Bruselas

Europa fracasa en inmigración

Alrededor de dos centenares de inmigrantes penetraron ayer en Melilla tras una nueva avalancha sobre la valla fronteriza. Dos guardias civiles resultaron heridos por el lanzamiento de piedras, palos y botellas por parte de los subsaharianos. Las cifras de los asaltos a los perímetros, así como los niveles de ocupación en los centros de atención, asustan. Las Fuerzas de Seguridad contaron 8.602 intentos de entrada, por la valla de Ceuta y 20.950 en Melilla entre 2005 y 2012. Y lo que es peor, centenares de personas perdieron la vida en su intento de alcanzar una vida mejor en Europa en los últimos años y decenas de miles están atrapadas por las mafias de la inmigración. Con este panorama, la respuesta comunitaria, por medio de la responsable de Interior, Cecilia Malmström, ha transcurrido entre la pasividad, la indolencia y el ataque, en este caso, al Gobierno español, en una actitud hipócrita sólo comparable con su nefasta gestión. Nuestros socios del norte no han acabado de entender que el ciudadano irregular que entra en España o Italia «lo está haciendo en el conjunto de la Unión Europea». En otras palabras, creen que el problema está demasiado lejos. Es una actitud insolidaria, pero también errada. Más tarde o más temprano, las consecuencias de esa inmigración descontrolada les alcanzarán. España o Italia han tenido que bregar en solitario y con la incomprensión de muchos de sus socios. Y aún lo hacen. Precisamente, esa desidia europea, esa política de brazos cruzados, de criminalización de los legítimos instrumentos disuasorios, a la que tanto ha contribuido también la izquierda española con su demagogia, ha alimentado un efecto llamada muy peligroso que es urgente reconducir. Con razón, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, insistió ayer mismo en que estamos ante un asunto europeo que demanda una respuesta comunitaria. Abundó en un mensaje que debiera ser una constante de los estados fronterizos: «Necesitamos una verdadera política de inmigración europea». La vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, pidió también ayer prudencia al hablar de inmigración, pues las mafias escuchan y actúan en consecuencia. Un mensaje que tanto el PSOE como Bruselas deberían atender. La inmigración ilegal necesita de una política integral prolongada en el tiempo, sin altibajos ni dudas, y de un apoyo a los países de origen y a los fronterizos. Europa debe implicarse con decisión y asumir de una vez por todas su responsabilidad en la lucha contra este drama. A corto plazo, el Ministerio del Interior hizo ayer lo que debía al reforzar el despliegue en la valla de una Guardia Civil ejemplar en su compromiso y esfuerzo. Es preciso enviar un mensaje de firmeza para paliar en lo posible potenciales problemas humanitarios y de seguridad. Tampoco estaría de más que se instara a Marruecos a poner orden en su parte de la raya.