El desafío independentista

Europa, por encima de Puigdemont

La Razón
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La Prensa alemana, prácticamente en bloque, reducía ayer la peripecia del ex presidente de la Generalitat de Cataluña, Carles Puigdemont, a sus justos términos, muy alejados, por supuesto, de la propaganda nacionalista al uso. Así, el «Frankfurter Allgemeine Sonntangszeitung» recordaba a sus lectores que fue Puigdemont quien «violó la ley» y que, frente a los «mantras» separatistas, en España «no gobiernan los sucesores de Franco, sino representantes del pueblo libremente elegidos», y que los policías españoles «no son esbirros de ningún dictador, sino que tratan de mantener el derecho y el orden». En el mismo sentido, «Der Spiegel» afeaba al dirigente separatista que no hubiera explicado en su comparecencia ante la Prensa berlinesa «que el referéndum era ilegal, que su gobierno secesionista rompió en serie las leyes y que cientos de miles de ciudadanos que quieren seguir en España se sintieron oprimidos y privados de sus derechos el pasado otoño». Finalmente, «Die Zeit», tras definir a Puigdemont como «un populista», se inquietaba por lo que el nacionalismo catalán supone «de riesgo para toda Europa». Si hemos reseñado por extenso algunos comentarios de los principales periódicos germanos sobre la crisis en Cataluña y la situación del político fugado, es para que la opinión pública española, alarmada y, ciertamente, desalentada por la decisión de un tribunal regional alemán, advierta de que nada fundamental ha cambiado en la percepción foránea del intento golpista en Cataluña, mucho menos en lo que respecta al apoyo de nuestros principales socios europeos a las medidas adoptadas por el Gobierno de Mariano Rajoy. Sin duda, las terminales del separatismo catalán siempre encuentran eco en los movimientos extremistas, tanto de izquierdas como de la ultraderecha xenófoba, que pretenden impedir la consolidación del gran proyecto de la unidad europea y que, como en el caso de Alemania, han crecido electoralmente a caballo de la crisis económica y del rechazo a la política migratoria. De vez en cuando, surgen, parlamentarios de minorías ruidosas y sectarias o, también, dirigentes de la vieja izquierda socialista europea en declive, que prestan su apoyo simbólico al separatismo catalán y que éste magnifica a través de sus redes de propaganda. Tal vez, se podría reprochar al Ejecutivo español, pero no solo, que no haya llevado a cabo una campaña didáctica más eficaz que las parvas declaraciones de nuestro ministro de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis, o del voluntarismo de algunos eurodiputados. Pero, en definitiva, ni la posición internacional de España se ha desmoronado ni las autoridades alemanas han cambiado un ápice su postura. El eje Berlín-Madrid funciona con la misma sintonía de siempre y el final de la escapada de Puigdemont está escrito, por más vericuetos de leguleyo que recorra. Los próximos días 17 y 18 de mayo, con motivo de la cumbre sobre Kosovo, la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, tendrán la oportunidad de reafirmar la estrecha colaboración entre los dos países, precisamente, cuando el proceso de extradición de Carles Puigdemont se encuentre, previsiblemente, en la recta final. Por supuesto, no queremos minusvalorar la confusión que pueden crear los nacionalismo xenófobos europeos con la crisis separatista catalana, pero sí advertir de que esas minorías ruidosas a las que nos hemos referido no representan la posición de los países de la UE, abrumadoramente en favor de la democracia española y su estado de Derecho.