Gobierno de España
Éxito político en un año difícil eficaz
Si en algo deberían estar de acuerdo los partidos de la oposición a la hora de valorar la intervención del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, es la certera descripción del momento español en este año que termina, marcado por la crisis de Cataluña, pero, también, por la consolidación del proceso de recuperación económica, cuyos efectos benéficos comienzan a sentirse en el cuerpo social. De hecho, el propio secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, reconocía que la situación no era propicia para plantear un adelanto electoral, alegando que «no se dan las condiciones para anteponer ningún interés partidista» ante los problemas de convivencia surgidos tras el desafío separatista catalán. Es evidente que la crisis institucional abierta por la actitud incalificable de la Generalitat ha producido un realineamiento político entre los principales partidos constitucionalistas, favoreciendo una insólita distensión en la pugna partidista. Que desde el socialismo que dirige Pedro Sánchez se llegue a admitir que es posible negociar los Presupuestos Generales del Estado con el Gobierno, es el mejor ejemplo de que se impone un pragmatismo político que debe redundar en beneficio de todos. Por supuesto, esto no significa que Mariano Rajoy vaya a tener carta blanca en lo que resta de legislatura, ni siquiera su apoyo, por muy condicionado que sea, a los nuevos presupuestos, pero sí que contará con el respaldo del Partido Socialista –que ayer se desmarcó, una vez más, de cualquier colaboración estratégica con la izquierda radical de Podemos– en la defensa de los principios constitucionales.
Si ese respaldo puede ampliarse o no a otros ámbitos donde prime el interés general sería objeto de otro análisis, pero lo cierto es que la sociedad española no puede permitirse caer de nuevo en otro proceso de inestabilidad que, como en el caso catalán, ponga en riesgo los avances de un año «ganado para la recuperación de España desde el punto de vista económico, social e institucional», en palabras del propio presidente del Gobierno. En efecto, y con todas las prevenciones que se quieran anteponer, 2017 cierra con buenas noticias. No sólo porque la economía nacional ha crecido hasta recuperar el PIB previo a la crisis financiera, sino porque lo hace sobre bases sólidas, con un tejido productivo más sano y diversificado, que empieza a consolidar la creación de empleo. En este sentido, es un tópico, ya cansino, afear a Mariano Rajoy que sólo parezca preocuparse de las cifras macroeconómicas, eludiendo los problemas sociales y políticos del país. Y sin embargo, de la recuperación del empleo, del crecimiento de los sueldos –a cuyo fin van dirigidos los acuerdos para incrementar el Salario Mínimo Interprofesional– y del saneamiento de la deuda pública dependen la sostenibilidad de las pensiones, el desarrollo de los servicios sociales, la mejora de las infraestructuras y las inversiones públicas. Ese es el éxito que persigue la política de Mariano Rajoy y, a nuestro juicio, es muy probable que pueda lograrlo a poco que España mantenga la estabilidad política en lo que resta de legislatura, que es lo que el presidente demandó ayer a los separatistas catalanes. Porque Rajoy quiere recuperar la gobernabilidad de Cataluña lo antes posible –ha señalado el 17 de enero para la constitución del Parlament–, desde el convencimiento de que nadie volverá a poner a prueba la firmeza de nuestras instituciones y la fortaleza de nuestra democracia. El año 2017 ha sido, pues, difícil, pero la sociedad española ha salido reforzada. Toca seguir avanzando desde el acuerdo político y la defensa del Estado.
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