Cataluña

Final de la escapada

En atención a la gravedad del asunto, el Consejo de Ministros y el Tribunal Constitucional realizaron ayer sendas reuniones extraordinarias y urgentes con un solo punto en el orden del día: tramitar y acordar la suspensión del referéndum separatista convocado por la Generalitat catalana para el 9 de noviembre. Tras la decisión del Pleno del alto tribunal, Artur Mas no tiene más opción legal que acatar la decisión y paralizar los preparativos de la consulta. Lo que dictan el sentido común y el respeto al Estado de Derecho es poner fin a un proceso inviable democráticamente y abrir un nuevo escenario donde el diálogo y la negociación sustituyan a las imposiciones y las decisiones unilaterales. Lo proclamó ayer, con toda transparencia, el presidente del Gobierno en la declaración institucional que siguió al Consejo de Ministros: «Estamos a tiempo de enderezar el rumbo, de superar una dialéctica estéril de confrontación y buscar un diálogo fructífero». Más explícito no pudo ser Mariano Rajoy, y el presidente de la Generalitat haría un gran servicio a los catalanes y al resto de los españoles aceptando esa mano tendida. Sólo los ilusos o los populistas esperaban que, ante un referéndum ilegal, Rajoy se prestara a negociar con sus promotores. Pero ahora que ya ha sido suspendido sería muy deseable pasar página y establecer las condiciones necesarias para reanudar un diálogo que los dirigentes separatistas nunca debieron romper situándose más allá de la Ley. La otra salida es que Artur Mas convoque elecciones anticipadas y, siguiendo el ejemplo de su admirado escocés Alex Salmond, dimita reconociendo su fracaso. En todo caso, es su responsabilidad como gobernante no atizar más la crispación entre los catalanes ni cebar la frustración de quienes creyeron en su palabra de que el referéndum se celebraría «sí o sí». Cataluña necesita con urgencia un nuevo gobierno que se dedique de lleno a resolver los graves problemas que tiene enquistados tras tres años de espejismos soberanistas y a sacarla de la crisis. Hasta ahora, el único gobierno que ha sostenido las nóminas de la Generalitat, el pago de sus deudas y el funcionamiento de servicios básicos como la Salud y la Educación en Cataluña ha sido el de Mariano Rajoy. Ya es hora de que los gobernantes catalanes se pongan a trabajar por el bienestar de los ciudadanos. Desde que decidió romper con la sensatez, Artur Mas no ha desaprovechado ninguna oportunidad de equivocarse. No obstante, se le presenta ahora una ocasión excepcional para volver a la senda de la legalidad y para pensar en todos los catalanes. Aliados no le faltarán y a buen seguro que desde el Gobierno de la nación tampoco le regatearán apoyos. Si no lo viera así, tras lo dictado ayer por el Constitucional, Mas sólo tiene una salida: marcharse.