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Hacia una recta final de campaña decisiva para articular mayorías de gobierno

La Razón
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El ecuador de cualquier campaña electoral es el instante adecuado para sacar las primeras conclusiones de cómo están los partidos a pocas fechas de la cita con las urnas. Hay que tener presente que estamos ante unos comicios generales muy diferentes a la mayoría de los que se han celebrado en la reciente historia de la democracia. A pesar de que el bipartidismo parece mantener su hegemonía, el fenómeno de los grupos emergentes es una realidad que, con todos los estudios de opinión publicados en la mano, distorsionará la proporcionalidad de nuestra aritmética parlamentaria habitual. Habrá cuatro formaciones con presencia muy relevante en el Congreso, con lo que se da por cerrada la etapa de las mayorías absolutas, al menos por unos cuantos años. La fragmentación del voto, que incidirá decisivamente en el reparto desigual de los escaños, ha convertido la precampaña y la propia campaña en unas de las más determinantes, lo que ha obligado a todos los partidos a redefinir la tradicional configuración de las semanas previas a las elecciones con una puesta en escena en la que las comparecencias televisivas en los espacios más diversos y los debates han cobrado un protagonismo desconocido. En este sentido, el cara a cara del próximo lunes entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez es otra fecha señalada en rojo en el calendario de los partidos con el propósito de pescar votos en el que se apunta como decisivo caladero de los electores indecisos. Conscientes del significado de la cita, el presidente del Gobierno lo prepara con Soraya Sáenz de Santamaría, cuya experiencia en el debate a cuatro de Atresmedia reportará, sin duda, información de interés. Igualmente, el líder socialista acumula ya varios días de trabajo pendiente del debate. Ambos, sin embargo, llegan en un estado bien distinto. La campaña les ha sentado de forma desigual. Mariano Rajoy, al que todas las encuestas dan como vencedor de las elecciones, no ha hecho sino crecer en sus expectativas, apoyado en los resultados de su gestión, en propuestas de interés para el futuro de la gente y en el desarrollo de un periplo electoral cercano y convincente con el ciudadano, con presencias televisivas bien resueltas y valoradas. Por el contrario, Pedro Sánchez no ha encontrado su sitio ni su discurso, por momentos desarbolado por las marcas emergentes, que lo han empujado a una dinámica bajista de la que no es capaz de salir. Sus erráticos mensajes, sus vaivenes, tampoco han logrado mejorar sus perspectivas, y las presencias mediáticas han resultado decepcionantes. En ese escenario, Ciudadanos y Podemos se han mantenido a flote con dificultades en sus aspiraciones respectivas gracias, fundamentalmente, a la desorientación y al desvanecimiento de los socialistas. En este punto de la campaña, todo apunta a que habrá dos alternativas de gobierno. La primera, la del PP, casi seguro partido triunfador; la segunda, el tripartito de los perdedores, que Pedro Sánchez, con la comprensión de Albert Rivera y Pablo Iglesias, ha planteado ya. En ese dilema, el número de escaños y la diferencia entre el primer partido y los siguientes pueden ser decisivos, y por eso en los días que restan hasta el 20-D la tensión posiblemente irá in crescendo. Para los intereses generales del país que el PP pueda reforzar sus apoyos será clave para contar con una mayoría determinante y para que la opción del tripartito se convierta en inviable. Lo contrario se traduciría en incertidumbre e inestabilidad.