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Inicua utilización del Papa

La Razón
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Fuentes vaticanas consultadas por LA RAZÓN no ocultaban ayer su profundo malestar por la manipulación de las palabras y la figura de Su Santidad llevada a cabo por la asociación autodenominada «Cristianos por la Independencia» para ilustrar un panfleto en favor de la secesión de Cataluña. Es lógica la reacción de Roma por cuanto el texto, recogido ayer por nuestro periódico, insiste en la deformación consciente de la Doctrina Social de la Iglesia sobre los derechos nacionales con la vana intención de dotar a la pretensión separatista de un supuesto respaldo canónico y moral ajustado al Magisterio eclesiástico. Nada más lejos de la verdad. Aunque como en toda organización humana que no está sometida a un dictado totalitario existe diversidad de opiniones –y la Iglesia en Cataluña no es una excepción–, sí es preciso puntualizar que ni el Papa Francisco ni sus más próximos antecesores, Juan Pablo II y Benedicto XVI, han hecho la menor manifestación pública en favor de la secesión de Cataluña, ni, mucho menos, han justificado doctrinalmente la ruptura de una nación soberana por la imposición del nacionalismo identitario. En este sentido, la Iglesia católica no difiere de lo que dictamina la ONU en su resolución 2.625 sobre el derecho de autodeterminación de los pueblos, que excluye explícitamente de ese derecho cualquier acción encaminada a quebrantar parcial o totalmente la integridad territorial de los estados soberanos e independientes. Ello no ha sido óbice para que «Cristianos por la Independencia» haya manipulado sin pudor diversas declaraciones y pronunciamientos papales, extrayéndolos de contexto o mutilándolos en sus párrafos esenciales. Nada a lo que no nos tengan acostumbrados los nacionalismos, proclives al revisionismo histórico y a la distorsión de la realidad para justificar sus pretensiones. De hecho, la ANC (Asamblea Nacional Catalana), en la que se integra «Cristianos por la Independencia» como un apéndice más, ha recurrido en diversas ocasiones a la manipulación de las intervenciones de los pontífices, tratando de aplicar a Cataluña reflexiones referidas a situaciones tan distantes y distintas como los derechos de los pueblos indígenas de Bolivia, la creación del Estado palestino, la anexión nazi de Austria, la partición de Polonia en la II Guerra Mundial o la invasión de los países bálticos por parte de Stalin. Fue Juan Pablo II, hoy santo, quien fue objeto predilecto de los separatistas catalanes a la hora de manipular sus palabras, pese a la rotundidad de sus advertencias contra el riesgo del resurgir de los nacionalismos en el mapa europeo. El mismo Papa que sí sentó doctrina al afirmar que el derecho de las naciones a la existencia no exigía una soberanía estatal sino que eran válidas otras formas jurídicas como «en los estados caracterizados por amplias autonomías regionales».