Papel
La alianza con Rusia no puede ser una carta blanca para Putin
Bajo la común amenaza del terror yihadista que representa el Dáesh y que ha golpeado con especial saña a Francia y Rusia, el presidente galo, François Hollande, y su homólogo ruso, Vladimir Putin, parecen dispuestos a aparcar sus diferencias sobre el futuro político de Siria y, de manera especial, sobre el papel que debe desempeñar en una hipotética transición democrática el dictador sirio Bachar al Asad. Ayer, París y Moscú establecieron los primeros enlaces militares para coordinar los ataques aéreos en los bastiones islamistas en Siria, sobre los que la fuerza aérea rusa desató un intenso bombardeo de represalia por el atentado que derribó en el Sinaí el Airbus de la compañía Metrojet, con 224 personas a bordo. Es la primera vez desde que estalló el conflicto civil sirio, con sus secuelas en Irak, Yemen y Líbano, que Moscú y París colaboran tan estrechamente en el plano militar. No sólo en lo que se refiere a las operaciones aéreas, que exigen el establecimiento de «pasillos de bombardeo» seguros para evitar accidentes, sino en la designación de objetivos y, lo que es más significativo, en el hecho de que la Marina rusa ha recibido órdenes de llevar a cabo labores de escolta y protección del portaaviones «Charles De Gaulle», que se dirige a las costas de Siria para reforzar la fuerza de ataque gala. La creación de una gran alianza multilateral, como la que ahora demanda Hollande, es, sin duda, el único camino para poner fin al conflicto civil que desangra al pueblo sirio y condición necesaria para eliminar a los terroristas de Estado Islámico. Una alianza en la que, sin embargo, debe incluirse a los dos actores regionales determinantes en el enfrentamiento sectario que ha incendiado Oriente Próximo, Arabia Saudí e Irán, que actualmente se combaten por fuerzas interpuestas en Yemen. Y, por supuesto, debe contar con la aquiescencia de Estados Unidos, cuyo presidente, Barack Obama, no parece dispuesto a llegar a un acuerdo con Vladimir Putin sobre el proceso de transición en Siria. Washington mantiene una clásica diplomacia de doble rasero, que le permite apoyar y sostener a un dictador militar en El Cairo y, al mismo tiempo, exigir la renuncia del dictador sirio. Asimismo, la UE –cuyo respaldo a Francia, atacada en su territorio, es inequívoco, como demuestra la activación del artículo 42.7 de los tratados de la Unión, referido a la defensa mutua– está obligada a jugar un papel relevante en esta crisis, que desborda todas las fronteras. Ayer mismo la Policía de Hanover tuvo que suspender el encuentro de fútbol entre Alemania y Holanda ante los indicios de que se preparaba un atentado inminente. Pero la urgencia de la situación no debe hacernos olvidar que cualquier acuerdo con Rusia y con sus países satélites no puede convertirse en una «carta blanca» para las políticas expansionistas de Vladimir Putin en el este de Europa, ni para facilitar el rearme del régimen de los ayatolás, con el riesgo de provocar un conflicto mayor en la península Arábiga. Por ello, haría mal François Hollande si, bajo la presión del terrorismo, propiciara un bandazo diplomático frente a Estados Unidos y en beneficio de Rusia. La colaboración con Moscú debe hacerse, por supuesto, sin perder en ningún momento de vista el objetivo estratégico principal, que es la destrucción de los yihadistas de Estado Islámico, pero sin comprometer las posiciones legítimas de la Unión Europea.
✕
Accede a tu cuenta para comentar