La amenaza yihadista
La amenaza yihadista continúa
En una semana se cumplirá un mes de los atentados yihadistas de Barcelona y Cambrils. Ayer se conoció que siete de los heridos en aquellos ataques terroristas permanecen todavía hospitalizadas, dos de ellos en situación grave. Desde entonces, las Fuerzas de Seguridad del Estado han proseguido con su extraordinaria labor de investigación y prevención. Fruto del mismo, por ejemplo, fue la operación conjunta que esta semana realizaron la Comisaría General de Información (CGI) de la Policía Española y la Dirección General de Vigilancia del Territorio (DGST) del Reino de Marruecos contra una célula de seis individuos, que evitó atentados «a gran escala, tanto en Marruecos como en España». También trascendió, como adelantó puntualmente LA RAZÓN, que el Estado Islámico ha lanzado una nueva instrucción en la que ha pedido a sus grupos que ataquen objetivos en Madrid. Es, pues, evidente que la realidad dista mucho de ser la de un escenario bajo control en el que los ciudadanos puedan sentirse absolutamente a salvo. En absoluto. La matanza de Cataluña, interpretada y utilizada como un éxito por los terroristas, no nos ha eliminado del mapa de los objetivos, sino todo lo contrario, ha centrado aún más el foco criminal sobre la ciudad condal. Nuestro periódico avanza hoy que sólo siete días después de los atentados del 17-A, en los que fueron asesinadas 17 personas y resultaron heridas más de un centenar, el Estado Islámico ordenó atentar contra el metro de Barcelona y contra diferentes bares de copas de la ciudad para lo que proporcionó mapas y material logístico a sus células o lobos solitarios a través de un canal de Telegram encriptado denominado «Lone Muyahid». El detalle de la información en las disposiciones de los fanáticos islámicos, más el breve espacio de tiempo transcurrido desde los asesinatos de La Rambla y de Cambrils, debería redoblar la preocupación y la alerta en cuanto a la obsesión terrorista con la capital catalana como uno de los centros turísticos más importantes del mundo. Es obvio que la amenaza a nuestro país persiste y que los yihadistas volverán a matar en la medida en que puedan. Conviene no llamarse a engaño ni confundir las prioridades ni los deberes de nuestros gobernantes y servidores públicos ante una enemigo que aprovechará nuestras debilidades para hacernos todo el daño posible. Nos resulta obligado apelar de nuevo a la unidad política y a la coordinación en materia de seguridad que tantos y tan buenos frutos rindió, por ejemplo, en el combate contra ETA. Puede que algunos responsables de la administración catalana sientan, o prefieran sentir hoy, que el 17-A es ya historia, que el duelo pasó y que les aguarda un nuevo amanecer perfecto en el que los terroristas no traspasarán sus fronteras. Puede que necesiten pensar que todo ello es así en su intento de que la gente les crea y les siga. Pero lo que es seguro es que Barcelona, Cataluña, España es presente y no pasado para los yihadistas, y que esa verdad sólo se puede soslayar gracias a una ceguera demencial y a una irresponsabilidad suicida. Vivimos una encrucijada crítica e histórica que nos ha sido impuesta a los españoles en Cataluña, y en esa coyuntura debemos hacer frente a los terroristas que planean ya nuevos asesinatos en masa de inocentes. Lo que nos divide nos debilita y lo que nos debilita ofrece ventajas a los que quieren destruirnos. Nuestra fuerza para repeler la amenaza terrorista y proporcionar la seguridad a los españoles depende en buena medida en que respondamos unidos y firmes hasta sobreponernos a cualquier peligro venga de donde venga.
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