Barcelona

La banalización del mal

El antisemitismo, muchas veces enmascarado como rechazo al Estado de Israel por la cuestión palestina, persiste en la Europa actual, con rebrotes virulentos que suelen coincidir con el auge del populismo y el nacionalismo xenófobo en momentos de crisis económica y social. Países como Francia, Hungría, Grecia y Polonia, pero no sólo, han visto un recrudecimiento de los ataques a símbolos judíos, insultos, profanación de cementerios e, incluso, asaltos personales durante estos últimos dos años, que han desatado la alarma entre las comunidades judías y entre las instancias gubernamentales. En la creación de este clima, cimentado en atavismos denigrantes, desempeñan una función nada desdeñable las llamadas «redes sociales», cuyo anonimato favorece tanto la actuación de energúmenos con pocas luces, incapaces de entender el profundo horror en el que se sustentan expresiones supuestamente jocosas, pero, también, la de individuos perfectamente conscientes del efecto buscado. El pasado domingo, tras la finalización de un partido de baloncesto entre el Real Madrid y el Maccabi de Tel Aviv, la red Twitter vehiculó entre los usuarios españoles más de 17.500 mensajes con contenidos claramente vejatorios para los judíos, en los que no se ahorraban referencias al Holocausto, y apelaciones a la violencia racial. Puede que desde algunos sectores se intente rebajar la gravedad de lo ocurrido, recurriendo al consabido argumentario de la ausencia de intencionalidad real y de la frustración deportiva; pero sin negar que muchos de los autores de tales vilezas quizás no fueran conscientes de lo que hacían, no son tolerables ni la banalización del genocidio, ni las expresiones de desprecio y deshumanización de un pueblo ni, mucho menos, las incitaciones a la violencia racial. Si queremos erradicar de nuestra sociedad la xenofobia y el racismo, es preciso que las nuevas generaciones comprendan en todo su significado lo que fue el Holocausto y la perversión intrínseca de ideologías como el nacionalsocialismo, camufladas demasiadas veces bajo la mixtificación de bellos conceptos sociales. Y no llegarán a entenderlo si la ciudadanía no concede importancia a las expresiones vejatorias contra los judíos y no las persigue con la fuerza de las leyes. Varias asociaciones hebreas españolas, la mayoría radicadas en Cataluña, han presentado una denuncia formal contra los autores de los mensajes–cinco de los cuales ya han sido identificados– en la Fiscalía especial de Barcelona. El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, anunció ayer que se harán las investigaciones pertinentes, como en el reciente caso del asesinato de Isabel Carrasco, para que la Justicia se aplique. Ése es el camino. Las redes no pueden ser un espacio al margen de la normal convivencia ciudadana. Y mucho menos servir de bomba de expansión para la banalización del mal.