Podemos
La consulta de podemos revela su profunda división interna
El resultado de la consulta llevada a cabo en Podemos para decidir las reglas de juego de su próxima asamblea, en la que ha triunfado la propuesta de Pablo Iglesias por un puñado de votos, demuestra que la brecha abierta en el seno del partido morado era una realidad tangible y no una elucubración de los medios de comunicación españoles, como se aseguraba desde el sector oficialista del partido. Si como prueba basta un botón, las declaraciones que hizo ayer el ideólogo y cofundador de Podemos, Juan Carlos Monedero, en su habitual papel de verso suelto de la formación podemita, son del todo clarificadoras: «Si Íñigo pierde, creo que tiene que ser coherente y entender que ha echado un pulso y lo ha perdido, con lo que debe replantearse su papel en la dirección». Pero el fondo de esta división, que pese al voluntarismo de Iglesias ya se hace imposible de ocultar, no se encuentra sólo en cuestiones de liderazgo o ambiciones personalistas, sino en graves diferencias estratégicas sobre el papel que debe jugar la izquierda populista en el actual escenario político. Es decir, entre los «posibilistas» encabezados por Íñigo Errejón y los «sóviets» de Pablo Iglesias. Hasta ahora, son estos últimos quienes van ganando la partida, pero cada vez es más evidente que el acierto en el diagnóstico político de Íñigo Errejón ha ido calando entre las bases de Podemos hasta llegar al empate técnico de ayer. Para calibrar con certeza lo ocurrido, baste recordar que Pablo Iglesias obtuvo el apoyo del 83 por ciento de la militancia en las primarias que le proclamaron candidato a La Moncloa, respaldo que llegó al ¡98 por ciento! en la consulta que decidió la alianza electoral con Izquierda Unida, que él respaldaba. Sin embargo, ayer, Iglesias sólo obtuvo el 41,5 por ciento de los apoyos –40.830 votos–, frente al 39,1 por ciento que consiguió Íñigo Errejón –38.419 votos–, una diferencia demasiado escasa para que el actual secretario general de Podemos cante victoria segura en la próxima asamblea, aunque se le sumen, a la postre, los diez mil votos que recogió la alternativa «anticapitalista» de Miguel Urbán. Sobre todo, si tenemos en cuenta que era la primera vez que Pablo Iglesias e Íñigo Errejón mantenían posiciones opuestas en una consulta a nivel estatal.
Si bien, en una interpretación a posteriori, se atribuye desde el sector errejonista a Pablo Iglesias el error de la alianza electoral con Izquierda Unida, que supuso la pérdida de un millón de votos en las elecciones del 26 de junio para la coalición resultante –operación que, sin embargo, contó con la aquiescencia, si no el apoyo, del propio Íñigo Errejón–, lo que ahora se ventila en el seno de Podemos es la posición que debe mantener el partido morado ante la actual coyuntura política, en la que los acuerdos –de momento, puntuales– entre el Partido Popular y el PSOE dejan a la formación populista fuera de juego, sin papel relevante alguno como partido de la oposición. Mientras que Pablo Iglesias aboga por trasladar a la calle la confrontación con el Gobierno, ocupando el espacio de las organizaciones sociales, como los sindicatos, Errejón prefiere mantenerse dentro de la institucionalidad parlamentaria, incluso buscando acuerdos con la socialdemocracia, en una estrategia clásica de los partidos comunistas occidentales cuando están en minoría. Se trata, pues, de una diferencia de calado, programática e ideológica, que acabará por estallar. Pese a las buenas palabras, en Podemos, no lo duden, habrá vencedores y vencidos.
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