Ayuntamiento de Madrid

La deficiente gestión de Carmena

La Razón
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La delegada de Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento de Madrid, Inés Sabanés, atribuyó ayer a la fatalidad la trágica muerte de un niño de cuatro años, aplastado por un árbol, cuando paseaba con sus padres por el parque de El Retiro. Sin querer caer en la reprobable actitud que tuvieron los representantes de la oposición madrileña cuando se produjo un accidente similar durante el Gobierno municipal de Ana Botella, que sería un ejemplo más del doble rasero con el que la izquierda española suele tratar cualquier acontecimiento, lo cierto es que existen serias dudas sobre las circunstancias que rodean tan doloroso episodio. En primer lugar, por el hecho de que el emblemático parque, el de mayor afluencia de la capital, hubiera estado abierto al público durante toda la mañana del sábado, pese a las previsiones de fuertes rachas de viento, superiores a los 70 kilómetros por hora, que figuraban en el aviso de la AEMT. Aunque es proverbial la falta de transparencia informativa del actual Consistorio madrileño, en este caso se aprecia una voluntad deliberada de ocultamiento y confusión, puesto que al mismo tiempo que se afirma que el protocolo aprobado en 2016 no exigía el cierre preventivo del parque, dado que no se iban a alcanzar rachas de 80 kilómetros por hora, una nota de prensa del Ayuntamiento, publicada en la web oficial, avisaba del cierre de El Retiro desde la mañana del sábado por «previsiones de rachas de viento superiores a los 70 kilómetros por hora». Pues bien, y es lo primero que se debería aclarar, no se dio la orden de cierre hasta la una de la tarde y el desalojo del recinto todavía continuaba media hora después, momento en el que se produjo el derrumbe del árbol y la muerte del pequeño. El asunto se agrava si tenemos en cuenta que, como se recoge igualmente en la nota municipal, durante la madrugada habían caído otros dos árboles de gran tamaño, y, además, el parque ya había permanecido cerrado por precaución el jueves y viernes anteriores. Es decir, que cuando peores eran las previsiones meteorológicas, que se cumplieron con exactitud, El Retiro estaba abierto al público. Sin entrar en las aseveraciones de Inés Sabanés de que el árbol en cuestión había sido revisado por los técnicos esta misma semana, el hecho de que más de una docena de ejemplares se hayan desplomado ayer en distintos puntos de la ciudad, causando, afortunadamente, solo un herido leve, no habla muy bien de la gestión de Medio Ambiente en Madrid. Nada, sin embargo, que sorprenda a los sufridos vecinos de la capital de España, sometidos a una administración de tipo ideológico, que busca la creación de un nuevo modelo social de convivencia, y que dilapida tiempo y esfuerzos en desarrollar proyectos «ciudadanos participativos», al margen de los órganos de representación democrática que rigen en los ayuntamientos españoles, que sólo interesan a sus promotores. En efecto, el consistorio que preside Manuela Carmena se caracteriza por su sectarismo –sólo hay que observar la obsesión contra el uso del vehículo particular y las trabas a cualquier proyecto urbanístico que suponga novedad– y su ineficacia en la gestión cotidiana de una de las ciudades punteras de Europa, que fue ejemplo de convivencia y tolerancia, y en la que funcionaban fluidamente los vasos comunicantes entre sus distintos barrios y distritos. La experiencia de otras grandes capitales, donde los gobiernos de la izquierda han propiciado la existencia de zonas de alto nivel residencial, a las que sólo acceden quienes pueden pagar por ello, deberían alertar a los madrileños de las consecuencias de la ingeniería social que se oculta detrás de la torpeza en la gestión de un Ayuntamiento que, además, presume de superávit porque, en realidad, es incapaz de cumplir sus propios presupuestos.