Campaña electoral
La dignidad de la política
En un país en el que, según qué encuesta se maneje, la corrupción es el primer o el segundo problema para la gente, parece lógico que la clase política se encuentre en estos momentos tan cuestionada y sea objeto de una fuerte desafección por parte de los votantes. La última oleada del Barómetro del Real Instituto Elcano, realizada este mes de junio, reflejó que el 40,4% de los españoles estaba mucho más preocupado por los escándalos políticos que por el paro o la crisis económica, lo que resulta aún más significativo en una nación con un desempleo muy alto. Indica que la sucesión de casos investigados por las Fuerzas de Seguridad y el carrusel de imputados por los juzgados causan aún más desasosiego en la gente que un drama social tan hondo como la pérdida de trabajo, lo que define el impacto de ese fenómeno en una sociedad que valora la ética política. Decíamos ayer en estas mismas páginas que, frente a ese clima de desencanto tan peligroso, de ese panorama de desconcierto ciudadano, la política debe recobrar su espacio natural para que no sean otros quienes lo hagan y se aprovechen. En ese punto, los miles de ciudadanos comprometidos que sirven a la sociedad en sus responsabilidades políticas deben tener presente en todo momento lo que la gente quiere y espera de su comportamiento en la gestión de lo público. LA RAZÓN publica hoy una encuesta de NC Report que describe con porcentajes mayoritarios el perfil del político ideal, del representante en el que los españoles depositarían su confianza y que sería capaz de enriquecer y prestigiar la condición de servidor del Estado. En síntesis, los españoles quieren una persona honrada, con experiencia, que sea buen gestor, que anteponga los intereses del país a los de su partido político y que, incluso, en caso de necesidad, no dude en adoptar las resoluciones que convengan, por impopulares que sean. De las respuestas recibidas no se puede convenir que los requerimientos sean ni un exceso ni un despropósito, sino que conforman una identidad casi tipo para un responsable que pretenda dignificar su condición de tal. Son precisamente todos estos valores y cualidades los que habría que preservar a toda costa si se pretende recuperar esa brecha inquietante que separa hoy a los representantes de sus representados. Resulta llamativo, además, que el 95% de los sondeados considere que hay demasiados políticos en nuestro país. En este punto, el mensaje del Gobierno de que ha llegado la hora del sacrificio de los políticos conecta con el criterio casi unánime de la opinión pública. Una democracia que se precie debe también aprender de sus errores y corregirlos. Dignidad, ética y ejemplaridad. La mayoría de los políticos se someten a ellas, pero es preciso redoblar esfuerzos y compromisos.
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