Copa del Rey

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La minoría excluyente no consiguió imponerse

La Razón
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La inmensa mayoría de los aficionados presentes ayer en el estadio Vicente Calderón, tanto los seguidores del Sevilla como los del Barcelona, escucharon con respeto los sones del himno nacional y acallaron los escasos pitidos de una minoría excluyente. La polémica por la presencia de «esteladas» quedó en anécdota, superada por la realidad de un encuentro de fútbol apasionante, que fue seguido en el ánimo general desde la indiferencia a los conflictos políticos e identitarios que siempre intentan suscitar los separatistas catalanes. Triunfaron, pues, el deporte y la convivencia frente a la crispación de otras ocasiones, como la vivida el año pasado en el Camp Nou. En aquella ocasión, detrás de los pitidos contra el Jefe del Estado y el himno de España, se encontraba el impulso de una serie de organizaciones separatistas, que repartieron silbatos y «esteladas», y a cuyos responsables la Fiscalía mantiene abiertas diligencias de investigación con la finalidad de que el juez reabra la causa, prematuramente archivada. Como hemos venido señalando, ni las pitadas ni la exhibición de banderas separatistas tienen nada que ver con el derecho a la libertad de expresión, sino con el respeto al deporte, que no puede ser utilizado como altavoz político, y mucho menos de ideologías sectarias.