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La tentación socialista de presionar al Rey
La actuación de Felipe VI en las conversaciones con los líderes políticos para proponer un candidato que forme Gobierno está siendo ejemplar, ajustándose a las normas de la Constitución, que no son muchas (artículo 99.1), pero dejando meridianamente clara su imparcialidad y que ésta, a su vez, se sostenga en elegir a quien mejor pueda asegurar la gobernabilidad del país. Después de la primera ronda de contactos, que sólo sirvió para constatar que era difícil conseguir una mayoría solvente, y la segunda que concluye hoy con Pedro Sánchez y Mariano Rajoy, podemos concluir que la situación no es fácil. Don Felipe debe tomarse su tiempo para decidir quién está en mejores condiciones –si es que lo está alguien– para presentarse a una investidura que consiga la aprobación de la Cámara y, lo que es más importante, que nadie incurra en la tentación de querer influir en esta decisión porque cree que cuenta con los votos suficientes. En este sentido, Pedro Sánchez debería no confundir sus posibilidades de alcanzar un acuerdo con las opciones reales de encabezar el Gobierno. Por ser inédita en nuestro orden constitucional, no se deben improvisar soluciones, porque es al Rey a quien corresponde cuándo proponer el nombre del candidato, con el único límite temporal de que las instituciones funcionen.
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