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La tolerancia ante los crímenes de Stalin

La Razón
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El siglo XX estuvo marcado por dos tiranías políticas que compiten en el número de muertos: nazismo y estalinismo. Si bien es cierto que esta última ideología contó hasta hace muy poco con adeptos, entre ellos, muchos intelectuales de respetada posición social, de ahí que todavía se actúe con mucha tolerancia ante su mensaje sanginario. Durante 24 años, Barcelona acogió la librería Europa, uno de los mayores centros de edición de literatura nazi del continente, que permitía que, entre otras cosas, se difundiese que el Holocausto nazi no había existido. Sin embargo, en la misma Ciudad Condal se tolera ahora que se haga publicidad de libros como «Stalin insólito», un libelo negacionista de las atrocidades cometidas por el dictador. En concreto, el Gulag, los campos de trabajo forzoso, son calificados por el autor como «fábulas del locuaz A. Solzhenitsyn», sin atender a los millones de muertos y a que, entre 1929 y 1953, 18 millones de personas quedaron convertidas en esclavas. Después de las protestas de algunos grupos políticos municipales (PDeCAT y PP), el libro no se presentó en un centro oficial como estaba previsto, pero hay que llamar la atención sobre la tolerancia ante estos grupos, sea en defensa del régimen antidemocrático de Madura, o a mayor gloria de un dictador cruel como Stalin. Escribió Camus que «la tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas».