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Las mentiras separatistas mil veces repetidas no son una verdad

La Razón
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La técnica goebbelsiana que se resume en la frase del propagandista nazi de que «una mentira repetida mil veces se convierte en verdad» es algo que los separatistas catalanes han aplicado con rigor e insistencia a lo largo de los últimos años. En su discurso hay mensajes, reiterados machaconamente, que han calado incluso en personas que mantenían una actitud en principio poco permeable. Hay que reconocer que la maquinaria propagandística del Gobierno de la Generalitat, y de sus organizaciones cívicas, puestas al servicio del pensamiento único, ha sido eficaz para una parte de la población, que se ha llegado a replantear, incluso a convencerse, de cosas tan peregrinas como que el cáncer tendría curación en una Cataluña independiente. Leído negro sobre blanco, el axioma no puede ser más absurdo, irracional e insensato, pero el caso es que quienes lo han promovido han considerado que podía ser un reclamo para gentes determinadas. No hablamos, por supuesto, de artimañas circunstanciales, sino de una política pensada, diseñada y concretada para dar consistencia a una fenomenal fábula, una trola de proporciones desconocidas, a un imposible como es la ruptura de España. Como inciso sirva también mencionar el escaso respeto que los promotores de estos camelos identitarios tienen por el catalán de a pie al que, por lo visto, parecen considerar escasamente capaz para calibrar la veracidad de las «ilusiones» de esa tierra prometida. En esta estrategia de retorcer la realidad hay ideas fuerza que se han mantenido en todo este desafío, e incluso antes, como «España nos roba», «La Transición y la Constitución no fueron queridos por los catalanes», «Existe un derecho a decidir de Cataluña», «Cataluña sería más rica fuera de España», «Seguiría en la Unión Europea», «No habría corrupción»... Pero hay más. La Asamblea Nacional Catalana ha arrancado una intensa y ambiciosa campaña con toda suerte de promesas sobre esa futura arcadia que será la Cataluña independiente. La organización que preside Jordi Sànchez promete el todo para acabar de arrastrar a los indecisos que no acaban de tragarse el mundo feliz. La ANC promueve lo que denomina un «debate serio» sobre la desconexión con España, en el que aseguran incluso, rozando la esquizofrenia política, que los ciudadanos de una Cataluña independiente seguirán siendo españoles, además de ricos. «Ser y sentirse español es compatible con desear la soberanía política de Cataluña», concluye la doctrina secesionista, además de explicar que el Estado español reconoce la doble nacionalidad «a otros países con los que tienen vínculos históricos». También se dedica una parte a matizar lo de la relación con Europa y se deja caer que tal vez sea Cataluña la que no esté interesada en ser miembro de pleno derecho de la UE y prefiera tener una relación como la de Noruega o Suiza. Las mentiras tienen las patas cortas y éstas además son demasiado burdas. Los separatistas promueven un fraude, una estafa histórica para asegurarse el control de un proceso que conduce a un precipicio. Y lo hacen a sabiendas de lo que espera tras la puerta de la ruptura. Su responsabilidad es enorme y, más temprano que tarde, tendrán que responder por ella, como también por una gestión calamitosa que pretenden ocultar bajo esta montaña de falsedades. Los ciudadanos de Cataluña tendrán la oportunidad de poner a cada uno donde se merece y tienen el deber de aprovecharla.