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Los separatistas, a la greña: la gente abandonada
Artur Mas y sus acólitos ya no saben qué hacer para que la CUP ceda y preste los apoyos necesarios a la investidura. Después del segundo «no» de los antisistema y de que el presidente de la Generalitat en funciones se dejara en el Parlament la poca dignidad institucional que le quedaba, se ha entrado en otra fase y también en otra dialéctica política para forzar los acontecimientos, dado que Artur Mas no está dispuesto a ceder el testigo ni por Cataluña ni por nadie. Si la CUP se descolgó hace unas horas con sus exigencias mínimas a Juntos por el Sí, de duro contenido anticapitalista y que suponen una enmienda a la totalidad a la acción de gobierno de los últimos años de CiU, los cómplices de Mas –Convergència, ERC, la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium– han decidido agitar la calle con movilizaciones en las plazas mayores de los pueblos y ante el Parlament, oficialmente para apoyar el proceso separatista, aunque en realidad se trata de presionar a la CUP para que se someta. El intercambio de golpes bajos retrata a los independentistas, no sólo por su escasa estatura moral y política, que ya conocíamos, sino que se refrenda una vez más su más absoluto desinterés y desprecio por los problemas reales de los catalanes, sometidos al desgobierno y a la irresponsabilidad de una casta separatista que los ningunea.
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