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Mensaje de Sáenz de Santamaría: unidad, estabilidad y fortaleza
Buena parte del éxito de esta legislatura se ha debido a que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, consiguió formar unos equipos ministeriales dirigidos por personas que unían a su carácter eminentemente político, como no podía ser de otra forma, formación académica, práctica profesional y, en la mayoría de los casos, experiencia en la gestión pública. De entre todos ellos, destaca la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría –que fue ayer protagonista de «LA RAZÓN de...»–, una mujer con una trayectoria de excelencia, pero cuya mejor definición es la de leal servidora del Estado. En efecto, Soraya Sáenz de Santamaría procede del cuerpo de altos funcionarios del Estado que procuran servir los intereses nacionales por encima de cualquier otra consideración. Y si algo ha caracterizado su labor en la vicepresidencia –labor compleja, puesto que sobre ella descansa el armazón de la Administración– ha sido la objetividad con la que ha tratado de servir los intereses de todos los españoles, con independencia de su ideología o credo político. Pocos le regatearán esa disposición, refrendada en sus intervenciones como portavoz del Gobierno tras cada reunión del Consejo de Ministros. Pero Soraya Sáenz de Santamaría es, también, una política de raza, con larga experiencia en las lides de la pugna partidista y que conoce que las ideologías, lejos de ser inocuas, son determinantes a la hora de afrontar los problemas sociales y conformar los instrumentos con que resolverlos. Ayer, ante el numeroso público que acudió a escucharla a la casa de LA RAZÓN, la vicepresidenta no sólo hizo una impecable defensa de la gestión de su Gobierno, sino que, ante el inminente proceso electoral, reclamó el voto de los ciudadanos, con un planteamiento alejado del maniqueísmo propio de tales fechas, inteligente y anclado en la realidad de una época –la que nos ha tocado vivir en estos últimos años– en la que las incertidumbres se imponen con mucha ventaja a las certezas. Un mundo en el que la presumida linealidad en el desarrollo y consolidación de la democracia, la estabilidad y el progreso de las sociedades se ha visto desmentida por nuevas violencias, el resurgir de nefastas ideologías que se creían superadas por la experiencia de los hechos y la fractura de los modelos económicos. O, dicho de manera directa: terrorismo yihadista, auge de los nacionalismos y crisis financiera internacional. Bajo estas tres lacras ha tenido que desempeñar su labor el Gobierno del Partido Popular en una de las legislaturas más complejas y difíciles del periodo democrático. Por supuesto, es la incertidumbre del terror islamista la que estaba ayer más presente en el ánimo de todos, pero es un desafío al que España ha venido haciendo frente desde hace más de una década, con eficacia policial y, sobre todo, desde la determinante unidad de los dos principales partidos políticos españoles, firmantes de un pacto que, ayer, la vicepresidencia recordó que estaba abierto a todos los demócratas. Unidad que también se ha hecho patente frente al separatismo catalán, con las principales fuerzas políticas respaldando al Gobierno en defensa de la soberanía nacional que recoge la Constitución. Y, por último, la incertidumbre económica mundial, que puede poner en peligro la notable recuperación económica experimentada por España. Incertidumbres, sí, a las que sólo se hará frente con éxito desde un Gobierno fuerte que garantice la estabilidad.
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