Debate de investidura

Rajoy y Rivera, más cerca de un acuerdo de investidura

La Razón
La RazónLa Razón

Durante la hora y media de reunión que mantuvieron ayer Mariano Rajoy y Albert Rivera hubo tiempo suficiente para tratar lo fundamental de la propuesta que el líder de Ciudadanos ha puesto encima de la mesa. Las seis condiciones sobre regeneración democrática para que el candidato popular reciba el «sí» del partido naranja han sido bien recibidas, con matices sobre algunos puntos demasiado inconcretos y jurídicamente inviables para desarrollarse en tan breve plazo de tiempo. El efecto sorpresa de Rivera debe ser enfriado lo justo para no acabar firmando reformas que tal vez no puedan ni llevarse a cabo en esta legislatura, si es que echa a andar. Pero la sensación que transmitió ayer el presidente del Gobierno en funciones tras la reunión es que se ha dado un paso fundamental y se ha abierto la posibilidad real de un Gobierno. La perspectiva es mucho mejor que hace una semana. Paso a paso. No tendría ningún sentido derivar a la Comisión Ejecutiva del PP la aprobación de este pliego de condiciones si previamente no tiene la conformidad del presidente del partido. Pero el partido existe y, ante un paso tan importante, debe mantenerse unido y ser consultados sus dirigentes. Es el mismo trámite que Rivera realizó para elaborar su propuesta. Nadie espera –ni tampoco desea– que, tras la reunión del órgano de dirección de los populares el próximo día 17, se anuncie un «no» a los seis puntos de Ciudadanos. Echar marcha atrás ahora sería catastrófico y, sin duda, un golpe socialmente depresivo, pero para evitar frustraciones de última hora es necesario que las seis condiciones sean estudiadas en profundidad. Negociar quiere decir encontrar un punto común de acuerdo en el que las dos partes ganan.

Como ya hemos dicho en otro momento, la melodía suena bien, pero hay que escribirla correctamente en la partitura. Y, sobre todo, evitar que esa música, sin duda pegadiza, se convierta en un himno de grandes principios que sólo sirva para responsabilizar al PP de algunas carencias de nuestro sistema. Los populares no han sido los únicos que han gobernado en España. Por ejemplo, en el punto en el que se refiere a la eliminación de los aforamientos, si aplicamos la filosofía expuesta por Rivera de que «se acabaron los privilegios para los políticos», iríamos por el camino incorrecto, el de la exaltación populista tan de fácil consumo. El artículo 102 de la Constitución, donde se habla de una prerrogativa de aforamiento para los miembros del Gobierno –como el artículo 71 para diputados y senadores–, tiene la finalidad de proteger la libertad y la autonomía de los órganos constitucionales. Razones históricas de peso justifican este articulado, aprobado también por el PSOE. En cuanto a la ley electoral, reformarla requerirá de un consenso de los grandes partidos, el socialista de manera especial, que no puede estar al margen. Está regulada por una ley orgánica y podría reformarse o derogarse con la mayoría absoluta del Congreso (artículo 81), pero debe hacerse con la participación obligada del PSOE. Por lo tanto, estamos hablando de dos medidas que ocuparían toda una legislatura y, en el caso de la supresión del aforamiento, de reformar la Constitución, tarea para la que es necesario el mayor consenso posible. A partir del voto afirmativo de la Comisión Ejecutiva popular, llegaría el momento de negociar propiamente un acuerdo de investidura. Rajoy dijo ayer que sólo después de la reunión del órgano de dirección de su partido se anunciaría la fecha de la investidura, que no debería alargarse mucho si la idea es remitir los Presupuestos a la Cámara el 1 de octubre , procedimiento necesario para evitar la sanción de 6.000 millones de euros, que, a la postre, es uno de los costes del bloqueo político. Pero vayamos paso a paso. Primero es el voto afirmativo de Ciudadanos y después la abstención –en el grado que consideren– del PSOE, que nunca debería plantearse como una estratagema técnica, sino con el firme convencimiento de que, si Sánchez sigue obstinado en su posición negativa, estamos abocados a elecciones, aunque éstas no desbrocen el mapa político. El silencio del líder socialista sólo puede explicarse porque está esperando el fracaso del acuerdo entre Rajoy y Rivera, aunque no se sabe para qué. Si cree que tiene opciones de formar gobierno con Podemos y un cúmulo de partidos nacionalistas e independentistas, debería anunciarlo cuanto antes, si quiere cumplir con los compromisos presupuestarios. Pero no es lo prioritario de Sánchez, que se ha despreocupado de los temas de gobierno.

Hay que reconocer que Rivera le ha quitado toda la iniciativa al viejo PSOE y que está haciendo lo que Sánchez debería haber hecho la legislatura pasada: poner las condiciones de su programa de Gobierno y pelear por ellas. Es lógico que Rajoy, dada la situación, pida realismo. Si Ciudadanos vota a favor de Rajoy, el candidato del PP sumará 169 votos, a siete de la mayoría absoluta (176). Dada la incompatibilidad del partido naranja con en el PNV y Convergència, sólo el PSOE puede completar los votos necesarios en la segunda votación de investidura. De no ser así, anunciamos una depresión colectiva.