Debate Estado Nación
Rotundo y convincente
No podía ser un discurso optimista, y no lo ha sido, pero sí convincente y esperanzador. Ayer, en su primer Debate del Estado de la Nación como presidente del Gobierno, Rajoy pergeñó una intervención sólida, rigurosa en las cifras y muy ajustada a la realidad española. Fue un discurso bien construido, sin brindis a la galería y con una línea argumental clara: se ha hecho lo que se debía hacer, pero no se podrá hablar de éxitos hasta que las cifras del desempleo comiencen un franco descenso. Desde la crítica fácil, más bien interesada, se podrá argüir que el presidente del Gobierno recurrió a la herencia recibida para esquivar responsabilidades. No es así. Su relato de los hechos, de cómo la situación económica de España se desplomó en sólo dos años, abocando al país a la suspensión de pagos, es imprescindible para entender el alcance del esfuerzo hecho entre todos. Es bueno recordar de dónde veníamos para calibrar en sus justos términos la situación actual. Tal vez ese «hemos recuperado el futuro», proclamado por el presidente, sea la única nota de vanagloria que podemos encontrar en toda su intervención. El resto, la necesidad imperiosa de seguir por el mismo camino emprendido. Con un matiz sensible: la reorganización de la contabilidad nacional, con la balanza de pagos por cuenta corriente de nuevo en positivo, y el incremento de la recaudación del Estado, permite abordar programas de estímulo para la creación de empleo. Así, de la batería de reformas anunciadas, destacan las medidas contra el paro juvenil, auténtica lacra, y las de apoyo a los autónomos y pequeños empresarios, sobre quienes deberá recaer principalmente la reactivación del empleo. Son reformas pensadas para facilitar la creación de nuevas empresas y la incorporación de los jóvenes al mercado de trabajo. Anunció Rajoy más reformas, éstas estructurales, como la del sector eléctrico. Y no eludió el problema de la corrupción, con una propuesta ampliada de la ley de transparencia, que incluye a los partidos políticos, los sindicatos y las organizaciones empresariales, y que irá acompañada de endurecimiento del Código Penal y de una reforma de la Ley de Enjuiciamiento que impida que los asuntos se eternicen en los juzgados. Fue una lástima que el líder del principal partido de la oposición, el socialista Pérez Rubalcaba, respondiera al discurso de Rajoy con una intervención desordenada, populista y con ribetes demagógicos. Con todo, lo peor no es que reclamara una mayor presión fiscal, de hasta ocho puntos, que terminaría por asfixiar la recuperación, sino que entrara al juego de los separatistas con una propuesta de reforma constitucional. No parece el mejor momento para cuestionar la estructura autonómica. Rajoy lo había dejado claro: Constitución, Constitución, Constitución.
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