Elecciones generales

Sánchez no quiere debatir con nadie

Pedro Sánchez ha declarado en numerosas ocasiones que los partidos deben debatir y contrastar sus programas electorales. Llegó a decir que quien no quiera hablar con su adversario no merece ser presidente. Claro que entonces (25 de noviembre de 2015) estaba en la oposición y ahora está en La Moncloa, que antes le convenía mostrar las flaquezas del entonces presidente del Gobierno y ahora no quiere que se las muestren a él, que son muchas, a no ser que sea en determinadas condiciones que le podían ser favorables. Sánchez quiere imponer el formato del debate, la cadena y el día, sin olvidar que él, ahora, sólo es un candidato. La decisión de la Junta Electoral Central (JEC) impidiendo el debate que estaba previsto celebrarse en Atresmedia entre PP, PSOE, Unidas Podemos, Ciudadanos y Vox –tras un recurso de dudosa fundamentación de otros partidos minoritarios que se veían agraviados por la participación de esta última formación– ha trastocado los planes de la campaña de Sánchez. Ante esta decisión, el presidente del Gobierno ha decidido no acudir al debate. Su intención, según ha manifestado, era debatir con todos los partidos, incluido con el de Santiago Abascal, al punto de que hizo de este encuentro, previsto para el próximo día 23, el punto central de su campaña. Sería su aparición pública con más audiencia y, por lo tanto, más comprometida. Tampoco escondió sus intenciones de dejar en evidencia a las formaciones del centroderecha, situándose como el partido de la moderación, mientras recibía las críticas de PP, Cs y Vox. Sánchez está en su derecho de trazar la estrategia que considere, pero lo que no tiene justificación es que, tras comprometerse con un grupo de comunicación, rompa el compromiso atendiendo a sus intereses electorales y faltando a su compromiso con los ciudadanos, como tantas veces dio. Es la primera vez que un partido de la importancia del PSOE da un portazo tan sonado, planteando una situación inédita hasta ahora –el presidente del Gobierno deja plantada a la oposición–, ya que, además, y como es lógico, Atresmedia mantiene su propuesta de debate con Casado, Iglesias y Rivera por su compromiso con la información y con los espectadores. La ausencia de Sánchez no está a la altura de un presidente del Gobierno. La justificación de que, ahora sí, prefiere asistir a un debate en RTVE agrava aún más su comportamiento, pues decir que es su obligación asistir «en primer lugar» a la cadena pública no se ajusta a la verdad de los hechos: Sánchez siempre quiso ir al debate de Atresmedia, así lo anunció y se organizó con el consenso de los partidos convocados. Por lo tanto, no se trata de una disputa entre medios de comunicación por la sencilla razón de que RTVE nunca mostró interés especial ni luchó por emitir este debate. Que ayer Sánchez pusiera como condición para participar en la mesa propuesta por la cadena pública que sea el día 23, el mismo día del debate de Atresmedia, es sencillamente una falta de respeto a todos, medios de comunicación y electores. La decisión de Sánchez ha sido un grave error y las consecuencias están siendo nefastas porque a estas alturas de la campaña todavía no se sabe las fechas exactas de emisión en la cadena pública, cuya propuesta ni siquiera está teniendo buena acogida en las otras cadenas comerciales, lo que demuestra el desconcierto que está produciendo esta iniciativa. Hay que decir, además, que la decisión de la JEC no ha sido la más acertada. No se corresponde con unos tiempos en los que las campañas electorales son abiertas y la televisión no es el único medio, aun siendo fundamental; además, va contra el derecho a la información, pues es un medio privado quien opta por un formato de debate. Está claro que Sánchez no quiere debatir, que ha rehuido el cara a cara con Casado –el mismo que él reclamó con Rajoy y finalmente se celebró–, que no quiere campaña, sino utilizar el Gobierno electoralmente.