Elecciones generales

Se abre una campaña decisiva

Si todas las campañas electorales influyen en distinta medida en la conformación final de las mayorías parlamentarias, la que ha comenzado esta pasada madrugada puede ser determinante en el resultado final, a tenor del alto porcentaje de electores que se declaran indecisos en la mayoría de los sondeos de opinión. Ciertamente, es la incertidumbre el término que mejor define la situación política actual, tanto por la aparición de nuevos actores en la escena pública como por la radicalización que se advierte en una parte de la sociedad, agitada por quienes pretenden dar por periclitado el sistema de libertades surgido de la Transición y que ha hecho de España una de las democracias más avanzadas del mundo. El espectáculo vivido ayer en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde un grupo de estudiantes separatistas trató de impedir por la fuerza el ejercicio de la libertad de expresión y de participación política de los representantes del Partido Popular –entre los que se encontraba el presidente de la formación en Cataluña, Alejando Fernández, y la candidata por la lista de Barcelona, Cayetana Álvarez de Toledo– o los ataques sufridos en el campus de Oviedo por unos miembros de VOX que pretendían instalar, con todos los permisos legales, una carpa de propaganda, es la prueba de lo que decimos y debería alertar a los ciudadanos frente a unos comportamientos que no son sólo intolerables porque atentan contra los principios básicos de la convivencia y la democracia, sino porque demuestran un desprecio del adversario político, al que se le niega carta de naturaleza, que nos retrotrae a épocas que creíamos superadas. Ya no se trata de pedir la más elemental corrección en los comportamientos de campaña, sino de exigir, por lo menos, el mínimo respeto debido a quienes representan otras opciones ideológicas. Ciertamente, durante las semanas que quedan hasta la cita electoral del 28 de abril, los ciudadanos van a ser bombardeados por una panoplia de propuestas y programas que, en demasiado casos, tienen poco anclaje en la realidad o, simplemente, son meros brindis al sol, pero ello no es óbice para que puedan deslindarse los dos grandes envites de esta campaña: la defensa del modelo constitucional, atacado desde los partidos nacionalistas con diversos grados de virulencia, –pero, también, por una izquierda populista que pone en cuestión el régimen de libertades en nombre de un igualitarismo tan errado como ineficiente–, y la prevención frente a los cantos de sirena de quienes pretende volver a la barra libre del gasto público. Los españoles tienen, pues, la responsabilidad y el derecho de impedir que salga de las urnas un gobierno condicionado por quienes no tienen otros intereses que la ruptura territorial y social de la Nación, pero, también, deberían precaverse de la demagogia al uso, que puede ser letal para el proceso de recuperación de la economía nacional, que empieza a dar las primeras señales graves de desaceleración. Por otro lado, es cierto que tanto las posiciones del centro derecha como las de izquierda se presentan una vez más fragmentadas en distintos partidos, lo que explica, en último termino, el elevado número de indecisos que reflejan las encuestas –más en el ámbito conservador– y esa pugna inevitable por el voto de los afines va a condicionar los mensajes de la campaña. De ahí que debamos insistir en lo que consideramos esencial en estas elecciones y que ya hemos apuntado –la reconducción de la situación en Cataluña, amenazada por los separatistas, y el crecimientos económico, como factor clave de la estabilidad social–, que no pueden verse empañados por la legítima disputa del voto entre los partidos que defienden la Constitución.