Grecia

Syriza manipula a Grecia

La Razón
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El pasado domingo Grecia celebró un referéndum para decidir si aceptaba las condiciones exigidas por la UE, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) a cambio de más ayudas económicas: un tercer rescate de 53.000 millones de euros. El presidente heleno, Alexis Tsipras, dejó perplejos a sus socios europeos y a las autoridades monetarias con una decisión irresponsable, pues dejar que los griegos decidideran sobre la negociación suponía, de hecho, hacerles responsables de salir del euro. Ganó el «no» por el 61,31% de los votos, abriéndose así un escenario anunciado por el corralito y la paralización de la economía griega. Pero Syriza lo vendió como una victoria de la «democracia» frente a unos «acreedores» insaciables. Este conglomerado de partidos de la izquierda radical, más los nacionalistas de derecha, neonazis y antieuropeos, argumentaron que había vencido la «dignidad» del pueblo griego. Sin embargo, detrás de este entusiasmo se ocultaba la más absoluta de las inoperancias para tomar medidas que reformen un Estado incapaz de llevar una política recaudatoria rigurosa. Unos días después del referéndum con el que se «plantó cara» a la «Europa de los mercaderes», Tsipras ha aceptado las condiciones que el referéndum rechazó bajo un ejercicio de manipulación informativa que deja por los suelos la «democracia ateniense». Grecia no sólo ha aceptado las condiciones que hace una semana rechazó, sino que incluso las medidas son más severas en, por ejemplo, el apartado de ingresos fiscales como el IVA. En cuanto a uno de los capítulos más sensibles, la reforma del sistema de pensiones, éste se mantiene idéntico al que provocó la ruptura de negociaciones y la convocatoria de la consulta. Aceptado que dicho sistema es insostenible, la edad de jubilación se elevará a los 67 años –aunque los que tengan 40 cotizados podrán hacerlo a los 62–, y se privatizaran sectores (aeropuertos y puertos, especialmente) deficitarios. ¿Qué ha pasado para que unos días después Tsipras acepte la propuesta que había rechazado? En este movimiento tan arriesgado, el presidente griego no podía ocultar una de sus verdaderas intenciones: conseguir ante la opinión pública que después de meses de gobierno su política estaba teniendo efecto. Sin embargo, la política de la izquierda radical griega ha conseguido algo cuyas consecuencias todavía no se han calculado: dañar la legitimidad de la UE y alimentar un antieuropeísmo que tiene acólitos muy radicales en los nuevos populismos, a izquierda y derecha. Tsipras y el Gobierno griego quedan en una situación muy delicada, ante su ciudadanía y ante sus socios. Lo único claro es que Europa es la única solución para un país que vive un momento crítico.