Bruselas

Un gran agujero de seguridad

La Razón
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El impacto, el dolor y la indignación que causa un atentado terrorista llevan, en muchas ocasiones, a dirigir la responsabilidad directa a quien no corresponde. En el caso de los ataques sufridos en Bruselas, las muertes y devastación provocadas sólo son imputables al Estado Islámico y, en concreto, a los asesinos que pusieron las bombas. Es obligación del Estado poner todos los medios para que atentados de este tipo no se puedan llevar a cabo, incluso sabiendo que se trata de acciones suicidas indiscriminadas. El terrorismo yihadista ya no es un fenómeno nuevo para nosotros y se ha avanzado mucho en las medidas de información sobre los potenciales terroristas dispuestos a actuar y en la prevención sobre posibles objetivos. No existe la seguridad al cien por cien, ni una sociedad libre debe estar constreñida a medidas que coarten el ejercicio de derechos fundamentales –lo que siempre es una victoria del terrorismo–, pero ésa debe ser la exigencia. Desgraciadamente, lo sucedido en Bruselas nos ha dejado una amarga lección: el Estado Islámico golpea allí donde encuentra un agujero de seguridad. En la capital belga ha habido muestras suficientes de que la lucha antiterrorista ha cometido fallos inexplicables. Los hermanos El Bakraoui, que hicieron explotar los artefactos en el aeropuerto de Zaventem y en el metro de Maelbeek, eran conocidos de la Policía, además de estar en contacto con Salah Abdeslam, el último terrorista de la matanza de París en ser capturado. Uno de los hermanos El Bakraoui fue deportado por Turquía, que advirtió de que había intentado entrar en Siria, pero las autoridades belgas no lo tuvieron en cuenta. Estos fallos, entre otros, han evidenciado problemas de coordinación, sobre todo cuando tenían indicios de que se podían cometer atentados en Bélgica y, como se ha demostrado ahora, podría haber objetivos como el de una central nuclear (un investigador del plan nuclear belga había sido seguido y registrado en vídeo). Sin duda son fallos que revelan una debilidad en zonas especialmente sensibles del Estado. Los ministros de Justicia y de Interior presentaron su dimisión, que fue rechazada por el primer ministro, Charles Michel. La constitución del Gobierno belga da la medida de la fragilidad de la situación. Michel, que es miembro de un partido francófono liberal, fue la quinta fuerza más votada (un 9,3%), mientras que el responsable de Interior, Jan Jambon, es de un partido nacionalista flamenco de derechas (20,4% de votos). Aceptar la renuncia de esos ministros supondría la caída del Gobierno. En este contexto, no hay que olvidar la presión que ejerce el líder independentista flamenco Bart De Wever, con una actitud abiertamente xenófoba ante la comunidad musulmana. Por lo tanto, es necesario que los países de la UE apliquen una política antiterrorista coordinada, lo que en el caso de Bélgica adquiere todo su sentido: sólo en Bruselas hay seis cuerpos policiales diferentes. La reunión de los ministros de Interior de la UE ha dejado claro que todos los Estados son objetivos del terrorismo yihadista y que, por lo tanto, hay que poner en marcha medidas comunes que, por otra parte, ya están aprobadas en la Agenda de Seguridad Europea. El titular de Interior español, Jorge Fernández Díaz, pidió compartir información e inteligencia como herramienta fundamental para luchar contra el terrorismo. Si algo han dejado claro los atentados de Bruselas es que Europa tiene que tener una política de seguridad integral, como de hecho está señalado en la creación de un Centro Europeo de Lucha contra el Terrorismo. El Estado Islámico atacará siempre que pueda, aprovechará los agujeros de seguridad y la debilidad de los gobiernos.