Cumbre del G20

Un nuevo orden internacional en el que España cuenta

La Razón
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La cumbre del G20 que se desarrolla en la ciudad alemana de Hamburgo está suponiendo el reconocimiento de la comunidad internacional hacia el creciente peso de España en el concierto de las naciones. Si en las relaciones diplomáticas, la política de gestos tiene un papel fundamental, el hecho de que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, haya sido invitado a participar en el llamado «retiro de presidentes» –reservado a los miembros de pleno derecho del cónclave–, debe interpretarse como parte de la nueva estrategia de la UE de oponer un núcleo duro de países comprometidos con el proceso de integración europea frente a cualquier intento, interno o externo, de desvirtuarlo en nombre de los viejos intereses nacionales. Se trata, en suma, de que las grandes potencias mundiales visualicen la existencia de otra potencia, la Unión Europea, con voz propia y con voluntad reforzada tras el golpe sufrido por el Brexit. En este grupo, que sustituye al eje franco-alemán como motor comunitario, y en el que también se incluye a Italia, nuestro país se encuentra por derecho propio, no sólo por el peso específico de una economía en crecimiento, sino por la eficacia demostrada a la hora de superar las enormes dificultades de la crisis. Pese al exceso de la crítica doméstica, que en demasiadas ocasiones ha derivado a la caricatura, España se ha convertido en los últimos años en una sólida referencia internacional sobre la manera de enfrentar los grandes problemas actuales. Así, Mariano Rajoy intervino ayer en la discusión estratégica sobre terrorismo –donde explicó a sus colegas el decisivo papel que tiene el reconocimiento público de las víctimas para desactivar el relato de odio de los terroristas– y, hoy, será ponente en la sesión dedicada a los problemas migratorios, desde la experiencia acumulada por nuestro país en el tratamiento integral del tráfico ilegal de personas, que incluye una política activa de colaboración e inversiones con los países de paso de los inmigrantes. Por último, pero no menos importante, España cierra filas con sus socios de la UE frente a Estados Unidos en la defensa firme de la libertad de comercio y la supresión de las barreras arancelarias, que se ha convertido en el debate central de la reunión de Hamburgo. En este sentido, conviene no dejarse llevar por los discursos vacíos de países como Rusia, China y la India, que blasonan de liberalismo comercial en las grandes reuniones internacionales, mientras ponen todo tipo de trabas administrativas al libre desarrollo de las inversiones empresariales extranjeras. La Unión Europea es consciente de que el verdadero conflicto arancelario, de producirse, será con Estados Unidos, lo que podría suponer una ruptura de incalculables consecuencia del llamado «bloque occidental». Es una posibilidad que no dejarán de aprovechar Rusia y China, esencialmente, porque supone debilitar la cohesión de las democracias avanzadas del mundo y afrontar la incertidumbre de un nuevo orden internacional. Se trata de un desafío mayor frente al que España debe representar el papel que le corresponde, como reclaman nuestros socios de la Unión Europea. Porque la política de gestos que hemos vivido en esta cumbre del G20 tiene la consecuente contrapartida: una mayor implicación internacional española, en proporción a su estatus de potencia.