El desafío independentista

Urnas constitucionalistas

La Razón
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No cabe duda de que estamos viviendo la peor crisis política desde el golpe de Estado de 1981. Puede que la abierta en Cataluña por el proceso independentista sea aún más profunda porque, a diferencia de aquella asonada militar, en este caso estamos, además, ante una subversión del orden constitucional ejecutado desde las instituciones del propio autogobierno catalán, usurpando sus funciones y apropiándose de sus recursos, incluso de los aportados directamente desde el Estado, con fines desleales. Un caso anómalo y complejo que ha requerido actuar con precaución desde el Gobierno, con toda la Ley y sin ninguna medida excepcional. Mariano Rajoy ha respondido con prudencia ante las provocaciones de la Generalitat y ha buscado ante todo la unidad de las fuerzas constitucionalistas. Ante momentos excepcionales como los que estamos viviendo es necesario mantener una unidad que no divida al país, algo que se ha conseguido. No es poco. De esta crisis podemos extraer algunas lecciones. La primera es que el electorado ha comprendido que la defensa de los valores democráticos, base del progreso de estas tres últimas décadas, es ahora lo fundamental. De celebrarse elecciones, los partidos constitucionalistas, PP, PSOE y Cs, además de otras formaciones regionalistas, superarían el 72 % de los votos, tres puntos más que en la actual legislatura, según un sondeo de NC Report que publicamos hoy. De estas formaciones, el que más sube es Cs y su líder, Albert Rivera, es el más valorado de los candidatos. Tiene una explicación: es el que más decididamente ha apoyado la aplicación del artículo 155, medida que implicaría la intervención de la Generalitat. Un crecimiento que también tiene que ver con este partido con su implicación histórica con Cataluña. Si bien es cierto que es una opción que está dentro de la Constitución, la puesta en marcha del 155 es compleja
–cualquier error jurídico iría en contra del Gobierno y del conjunto del Estado– y, antes de ejecutarse, había que contar con el apoyo de los socialistas, algo que no ha sido fácil y ha llevado su tiempo; de hecho, hasta ayer, el líder catalán de los socialistas, Miquel Iceta, no ha confirmado que apoyará el 155 en caso de declaración unilateral de independencia, aunque con reticencias. Cs ha tenido las manos libres para reclamar su aplicación y el electorado lo premiaría con una subida del 4,7%. Por el contrario, el PP, que ha llevado sobre sus hombros toda la crisis, es penalizado con un descenso del 1,6% y paga, como es lógico, las decisiones tomadas para impedir el referéndum del 1-O. Por otra parte, el PSOE también cae, aunque no en la proporción de anteriores sondeos antes de la vuelta a la Secretaría General de Sánchez. Se deja el 0,6% y se distancia 4,5 puntos de Podemos. Es el partido de Pablo Iglesias el más castigado en esta crisis, con una pérdida del 3,7% de los votos y 1.374.538 electores, lo que le situaría, además, por detrás de Cs. Es decir, el votante opta por reforzar las opciones constitucionalistas y castiga la equidistancia y el tacticismo de Iglesias, su apoyo al referéndum ilegal y a aplicar el derecho de autodeterminación en Cataluña. El electorado de esta formación es también el menos fiel: el 22,6% se abstendría y el 6,2% se iría al PSOE. Por el contrario, sería el PP el que retiene más votantes (80,4%), a pesar de que un 9,1% apoyaría a Cs. Si el sondeo evidencia que se marca una línea entre los partidos constitucionalistas y los que apoyan el llamado «derecho a decidir», también se amplía el campo para los partidos nacionalistas radicales como ERC, que afianzaría su diferencia con el PDeCAT, que sigue cayendo. El «proceso» independentista será una gran lección para la sociedad española y debería servir para que, por encima de las opciones políticas, exista un nuevo constitucionalismo.