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Vigencia de la Constitución

La Razón
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Hoy se celebra el XXXIV aniversario de la aprobación en referéndum de nuestra Constitución. Treinta y cuatro años en los que España se ha desarrollado social y políticamente en libertad, hasta convertirse en una de las naciones democráticas más avanzadas del concierto internacional. Es cierto, como se desprende del último barómetro de opinión del CIS publicado ayer, que la mayoría de los españoles no conoce a fondo el texto constitucional, pero también lo es que los ciudadanos son muy conscientes de que su contenido es la garantía fundamental de las libertades. Es importante remarcarlo, porque este año la conmemoración constitucional viene condicionada por un clima de preocupación y pesimismo ante la situación económica que atraviesa España y, también, por los ecos de la tensión separatista en Cataluña y el País Vasco. El Gobierno de la Generalitat no enviará a ningún representante al acto oficial, que este año se celebra en el Senado; y en Guipúzcoa, la Diputación provincial, dominada por Bildu, ha declarado la jornada como «laborable». Sin duda, esta doble coyuntura contamina la percepción popular sobre la calidad de nuestra democracia y el grado de cumplimiento de los preceptos constitucionales, hasta el punto de que crecen sensiblemente quienes creen que es preciso abordar la reforma de la Constitución, como si el origen de nuestros problemas estuviera en la redacción de su articulado. No es así. La Carta Magna establece el marco de convivencia nacional y garantiza la cohesión social en España. Dos hechos fundamentales que nada tienen que ver con las tribulaciones del momento y que es bueno traer a primer plano en esta fecha de aniversario. Que España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. Que la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado. Que la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria; y que se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la intengran y la solidaridad entre todas ellas. No es problema, pues, de la Constitución si muchos ciudadanos llegan a pensar que ha perdido su virtualidad como instrumento de concordia. En todo caso, serían defectos de quienes están llamados a guardarla. En la Constitución cabemos todos los españoles, aunque sólo sea porque hace 34 años, tras la larga dictadura, entre todos contribuimos a redactarla y aprobarla por una inmensa mayoría.