Cataluña

Voz para la mayoría silenciosa

Nada es más ajeno a la realidad de Cataluña que esa supuesta unanimidad en favor de la independencia que han vendido CDC y ERC con gran efectismo y despliegue propagandístico. La sociedad catalana es mucho más plural, compleja y rica en matices que una simple manifestación, por nutrida que sea, como la de la Diada, en la que participó sólo una parte de ella. La «mayoría silenciosa» a la que se refirió Rajoy no es un mero recurso retórico, sino un hecho fácilmente comprobable incluso matemáticamente: los manifestantes fueron 400.000 y los habitantes de Cataluña son siete millones y medio. Tampoco la aritmética parlamentaria le da mayoría a los partidarios de la independencia, toda vez que Unió se ha descolgado de la deriva separatista de su socio político. Sin embargo, la percepción social y política es muy diferente, hasta el punto de que se ha creado un escenario ilusorio que amenaza con sepultar la verdadera realidad de Cataluña, la cual sólo podrá restablecerse con la reacción y movilización de esa gran mayoría que asiste en silencio al espectáculo. A eso se refirió ayer la secretaria general del PP cuando invitó a Ciutadans, al PSC y a Unió a coordinar sus mensajes para evitar que Cataluña sea, primero, apropiada por la bulliciosa minoría independentista y, en segundo lugar, para impedir su aislamiento en el conjunto de España. En términos muy parecidos a los de Cospedal se habían expresado días atrás Sánchez-Camacho y Albert Rivera. Es una iniciativa que merece ensayarse, por más que los socialistas, con esa frivolidad que ya es marca de la casa, la hayan desdeñado. No se trata de hacer política de frentes, que sólo beneficiaría a los separatistas, sino de hacer valer los derechos democráticos de quienes quieren a Cataluña en España, que son mayoría. Como es natural, cada uno de estos partidos defiende sus propios postulados de cómo debe ser ese encaje, pero todos coinciden en lo mismo, que España no se entiende sin Cataluña y viceversa. Cómo puedan articularse acciones conjuntas para hacerlo visible es tarea que corresponde a los proponentes del acuerdo, pero mientras tanto, sí convendría que los dos grandes partidos nacionales, el PP y el PSOE, multiplicaran su presencia en Cataluña y movilizaran a sus militancias, de modo que la calle, ahora ocupada por el separatismo en exclusiva, refleje el mosaico completo de la sociedad catalana. Los partidos constitucionalistas tienen la obligación moral, sin perjuicio de sus propuestas particulares, de hacer visible públicamente que comparten un mismo objetivo: la integridad de España y la solidaridad entre sus comunidades. No es verdad que el separatismo sea el sentimiento predominante en Cataluña, pero acabará adueñándose del imaginario colectivo si los partidos, los sindicatos y los empresarios no reaccionan para poner las cosas en sus justos términos.