Presidencia del Gobierno

Y la responsabilidad es de las bases

La Razón
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Hablar de democracia interna dentro de un partido político puede llevarnos a contradicciones de difícil salida o a incurrir en un peligroso error: sólo se recaba la opinión de las bases cuando interesa o se quiere eludir la responsabilidad. Por su propia naturaleza, una organización de estas características delega el poder de decisión en una minoría después de haber conseguido el apoyo mayoritario de la militancia a través de un congreso. Sus dirigentes tienen, por lo tanto, la responsabilidad de tomar decisiones que afectan a su política de alianzas, siempre y cuando no alteren en lo fundamental el ideario partidista. Democratizar los partidos no debería entenderse como compartir la toma de decisiones, algo que es del todo inoperante, sino disponer de mecanismos en los que se puedan exponer la ideas y la disparidad de opiniones. No hay mayor fidelidad al principio de democracia interna que cumplir el programa y los principios del partido. La izquierda española ha levantado la bandera de la democracia interna basándose exclusivamente en la idea de que la militancia tiene la última palabra cuando llega el momento de tomar grandes decisiones que afectan a la estrategia del partido. Es sintomática la coincidencia de PSOE y Podemos en anunciar sendos referendos a sus militantes –aunque en el caso de la formación de Pablo Iglesias es a más de 400.000 simpatizantes «inscritos»– para que expresen su opinión sobre futuros pactos de gobierno y a quién apoyarían. A un mes exactamente de que venza el plazo para que Pedro Sánchez consiga una mayoría con la que alcanzar la Moncloa y de la disolución de las Cortes en caso contrario, todo hace pensar que esta decisión es una manera de evitar asumir la responsabilidad del fracaso. Si Sánchez consiguió cerrar un acuerdo con Ciudadanos y lo presentó como un hecho histórico, preámbulo de un futuro «gobierno del cambio», no puede anunciar un mes después que habrá otro referéndum a la militancia si se consiguiera otro pacto en el que participasen Podemos y los nacionalistas. Es responsabilidad del secretario general del PSOE y candidato a La Moncloa marcar la línea política, sobre todo si ésta responde al cumplimiento del programa socialista, tal y como anunció. Por su parte, Iglesias ha realizado la misma maniobra: preguntar a sus «simpatizantes» si están de acuerdo en apoyar la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno a través del pacto entre PSOE y Ciudadanos. Una cosa está clara: el secretario general de Podemos no está dispuesto a apoyar un Ejecutivo que cuente con el respaldo de Albert Rivera, algo que ha quedado claro, y trasladar la responsabilidad a más de 400.000 simpatizantes es una forma de dejar pasar el tiempo hasta las nuevas elecciones, que es realmente lo que le interesa. Si Podemos quiere que sean los militantes los que decidan el voto de sus parlamentarios, por más trascendental que sea el motivo, entramos en una dinámica que puede bloquear muchas iniciativas en las Cortes. Iglesias se quita de encima toda responsabilidad sobre un futuro gobierno y la traslada a las bases. ¿Y quién nos dice que no es también una forma de que las mismas bases castiguen a Errejón, más partidario de pactar? Ni socialistas ni Podemos quieren que recaiga sobre ellos la incapacidad de conseguir una mayoría de gobierno. Los verdaderos líderes son los que son capaces de exponer a sus militantes la ventaja de tomar una determinada decisión, aunque a los afiliados les parezca lo contrario. Ese «democratismo» paternalista es propio de los nuevos populismos. Todo se pega.