Y volvieron cantando

Ellos mentían, ellos perdían

Veinte años después muestra un Oriente Próximo más caótico y una Europa más insegura. Con esa foto todos perdimos

Tres años después de la famosa «foto de las Azores», cuyo 20 aniversario se acaba de cumplir –y parece que fue ayer–, la ciudad de Lisboa, capital del país anfitrión de tan histórico encuentro, se vio inundada de innumerables vallas publicitarias con las imágenes de los cuatro grandes protagonistas de una cumbre que abría a sangre y fuego las puertas del infierno en la guerra de Irak. Aparecían en los inmensos carteles las figuras de Bush, Blair, Aznar y Durao Barroso, los tres primeros con el rostro oscurecido y bajo una contundente frase: «ellos mienten, ellos pierden». Financiada por esa izquierda que poco después no solo obtendría sus réditos electorales en Portugal y en España, sino que daría al traste con muchos de los fundamentos de la relación atlántica que hoy arrumban a nuestro país a un nivel de mayor irrelevancia, la campaña sí vino sin embargo a señalar muchos de los grandes errores de esos tres líderes internacionales que terminaron cada uno de ellos por pagar muy caro en las urnas, tal y como se reflejó en los cambios de gobierno que desalojaron del poder a los partidos de los jefes de gobierno norteamericano, británico y español. Barroso tuvo la oportunidad de saltar a tiempo de la quema dimitiendo para asumir la presidencia de la Comisión Europea que dejaba vacante el italiano Romano Prodi.

Pero centrándonos veinte años después en el papel concreto de España ante una cumbre innecesaria entre otras cosas porque rompía muchos consensos, tiene mucho que ver la relación estrecha y de creciente amistad con el presidente Bush de un José María Aznar que ya llevaba tiempo desoyendo los consejos de algún asesor –«presidente, menos Siria y más Soria»– y que contemplaba como debilidad en lugar de cautela la posición de aliados ideológicos europeos como el italiano Berlusconi mucho menos «guerrero». Ese papel español no fue posteriormente determinante en los trágicos atentados del «11-M» en Madrid, pero sí resultó clave en el argumentario de la izquierda para desalojar al PP del poder. La cumbre de las Azores, a la que tuve oportunidad de asistir en la paradisiaca isla de Terceira como informador acompañando a Aznar, resultó ser la maniobra de una potencia manipulando a satélites como España para justificar una absurda guerra preventiva que, veinte años después muestra un Oriente Próximo más caótico y una Europa más insegura. Con esa foto todos perdimos.