Apuntes
Esa nube negra, preñada de condespumpidos
Ahora que Pedro Sánchez tiene mayoría en el Tribunal Constitucional ya no hay prisas
Cuando, tras un primer intento de acuerdo para renovar el CGPJ, frustrado porque hay gentes, como Ignacio Cosidó, que no saben tener los dedos quietecitos en el wasap, los populares vieron venir en el horizonte la nube negra, preñada de condespumpidos y decidieron cerrar bien las piernas y aguantar el tirón. Esto lo contaría con mucha más gracia José Ricardo de Prada –a quien las futuras generaciones de historiadores consagrarán, sin duda, como peana del sanchismo–pero dado que su señoría aún aspira a cargo, tendrá el lector que conformarse con un texto más prosaico. Vamos allá. La cosa empieza con un Gobierno en el que figuran unos chicos enfebrecidos por sus experiencias bolivarianas y que dan con la tecla operativa adecuada. «Si la oposición no quiere abrirse de piernas, se cambia la norma y la elección de vocales se hace por mayoría parlamentaria simple». Hombre, en Venezuela o en Nicaragua el asunto podía funcionar, de hecho, ha sido todo un éxito y nuestros revolucionarios hermanos hispanoamericanos gozan de unos tribunales de Justicia a los que no se les puede poner un pero y que dictaminan lo que quiere el Jefe, que siempre sabe lo que le conviene al pueblo, pero España es país miembro de la Unión Europea, que está siempre con la murga de la separación de poderes, y en Bruselas pusieron el grito en el cielo con no sé qué Convenio, Convención o Conferencia de Venecia, que dictamina que esos procedimientos son muy feos y el camino a seguir es, exactamente, el contrario. Es decir, que sean los jueces quienes elijan a sus pares. Pillados en falta, los gubernamentales no se arredraron, que buenos son los de Pablo Iglesias para manejarse con el Derecho alternativo, y optaron por reformar la ley orgánica del Poder Judicial y prohibir que un CGPJ en funciones llevara a cabo los relevos de presidentes de Sala y de los Tribunales Superiores, incluido, el Constitucional, no fueran a ocupar los puestos gentes poco afines a Jueces para la Democracia, que es, así parece al menos, la marca judicial del PSOE. Pero, y es de traca, cuando se dieron cuenta de que la dichosa reforma también bloqueaba la renovación del Constitucional, que la tenían a huevo progresista, volvieron a cambiar la norma. La excusa de urgencia y necesidad es pura filfa, pues ahora, que tienen mayoría en el TC, ya no les urge nombrar al magistrado de cuota del Senado, que tocaba «conservador». El roto que se ha hecho a la Administración de Justicia es de aúpa. Que sepamos, están pendientes de cubrirse 25 presidencias de Sala, 21 de Audiencias Provinciales, 7 de Tribunales Superiores de Justicia, la de la Audiencia Nacional y 19 vacantes de magistrados del Supremo. El daño a los justiciables, que es como se llama al ciudadano que tiene la mala suerte de caer en pleitos, es notable, pero, qué quieren que les diga, si el PP gana la elecciones y, sobre todo, mantiene su palabra, se podrá avanzar en la independencia judicial y serán los jueces quienes nombren a los miembros de su órgano rector. De momento, el Constitucional está perdido para la causa, entre otras cuestiones, porque su presidente, Cándido Conde Pumpido, tendrá sensibilidad de izquierdas, pero en asuntos de Derecho y de procedimientos jurídicos, no confundir con la Justicia, no es, precisamente, un maula y sabe cómo transitar por esos campos en los que la toga se mancha con el polvo del camino. Y, otro día, nos ponemos con lo de Daniel Ortega y sus jueces, que también es de mucha risa.
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