El trípode

España en la encrucijada

No es ninguna distopía plantear ese preocupante escenario como horizonte del sanchismo a la luz de la experiencia, tras haber estado la antiespaña en la misma cúspide de la «dirección del Estado», como acertadamente dijera Pablo Iglesias.

España se encuentra ante una encrucijada que no me decido a calificar de «histórica» porque se abusa con excesiva frecuencia de ese concepto, que lleva a considerar como tales a sucesos y acontecimientos que en pocos días pasan a ser prácticamente olvidados, reduciéndose su «historia» a una mera gacetilla en algún medio de comunicación, como mucho.

Pero sentado eso, es una realidad el considerar de suma importancia lo que los españoles tenemos en nuestras manos, que no es otra cosa que la papeleta de voto para el 23 de julio. Es así porque no se trata de elegir una mera alternativa para el actual Gobierno, lo que es consustancial a una democracia liberal y parlamentaria como la española, sino de algo mucho más profundo e importante. Está en juego acabar con la continuidad de la política de bloques enfrentados entre sí, que tiene en el sanchismo su más genuina expresión política, apostando por «las dos Españas» que nos llevaron a la fratricida Guerra Civil, para encaminarse de facto hacia una Tercera República.

No es ninguna distopía plantear ese preocupante escenario como horizonte del sanchismo a la luz de la experiencia, tras haber estado la antiespaña en la misma cúspide de la «dirección del Estado», como acertadamente dijera Pablo Iglesias. Basta reflexionar acerca de lo que Sánchez con el PSOE convertido en un simple instrumento político en sus manos, lleva haciendo desde que en oscuros conciliábulos se urdió aquella vergonzante moción de censura para colocar en La Moncloa, sin pasar por las urnas, a quien había sido rechazado por los españoles dos veces en seis meses con los peores resultados como candidato socialista de la actual democracia.

También es necesario recordar que su partido le cesó de la Secretaría General precisamente para impedir que hiciera lo que viene haciendo ahora con absoluta impunidad aquel que invocó «la corrupción y la degradación de la democracia» para justificar lo injustificable, y mintiendo a los españoles acerca de sus pactos postelectorales, con reiteración, premeditación y alevosía.

No es por ello ninguna exageración plantear estos próximos comicios como una suerte de plebiscito entre el sanchismo y España. La España constitucional que apostó por la reconciliación en la Transición está actualmente sometida a los que sencillamente quieren su destrucción: Unos –el actual PSOE y las marcas blancas comunistas Sumar, UP, Más Madrid, Compromis, etc.– apostando por una República federal y multinacional, que sería una síntesis de las dos precedentes, sendos fracasos demoledores para el bien común de los españoles. Otros –ERC, EH Bildu…– directamente apostando por su destrucción.

La España constitucional y su monarquía parlamentaria, o el sanchismo.