
Tribuna
El Espíritu de la General
Este legado ético y humano, mantenido vivo mediante exigentes códigos de conducta, constituye el mayor capital institucional de la Academia General Militar y, a pesar del tiempo, el fundamento del liderazgo del militar español en el siglo XXI
Quienes conozcan a nuestro Ejército y a su principal centro de formación de oficiales, la Academia General Militar, de sobra sabrán la importancia que tiene el Espíritu de la General. Lejos de ser un sentimiento de clase exclusivo o excluyente, o de mera distinción académica -esto último cierto-, en realidad y sobre todo constituye uno de los pilares centrales de la formación que la Academia General Militar ofrece a sus alumnos, los futuros oficiales del Ejército de Tierra y de la Guardia Civil.
Este Espíritu de la General, promoción a promoción, generación a generación desde su fundación en 1882 hasta la actualidad, se ha transmitido como un verdadero código de valores que ha cohesionado y robustecido a generaciones de oficiales del Ejército de Tierra y de la Guardia Civil, cualquiera que sea o haya sido su graduación o su situación administrativa, incluso después del retiro y hasta el último día de su vida.
No es una nostalgia posjuvenil ni una melancólica añoranza de un pasado supuestamente mejor. En esencia, este Espíritu de la General representa el conjunto de valores que distinguen la vocación militar y configuran el estilo y la unidad de quienes han pasado por sus aulas. Cuando un militar decide arriesgar su vida en defensa de su Nación, no lo hace por una simple retribución como funcionario. Son razones extramateriales que se conectan directamente con la voluntad de servicio a España que guía la vida de cualquier militar, y ello se aprende e interioriza en su paso por la General.
Hace algunos años se le preguntó a un general (el nombre no es trascendente porque cualquier otro muy posiblemente hubiera respondido igual) por las razones que le llevaron a actuar de una manera especialmente meritoria. Contestó: «No he hecho otra cosa que lo que me enseñaron en la Academia General Militar». Este es el Espíritu de la General, versión académica del exacto cumplimiento del deber.
La Academia General Militar se fundó en 1882 con la finalidad de unificar la procedencia y la formación inicial de todos los oficiales del Ejército, con independencia de su Arma o Cuerpo, antes de acceder a la especialidad.
Esa primera época se inició bajo la dirección del general José Galbis Abella y con la inspiración ética de su Jefe de Estudios, el coronel Federico Vázquez Landa, considerado el alma del Espíritu de la General, que lo concibió como símbolo de hermandad, fraternidad y unión entre los oficiales de distintas Armas y Cuerpos. Esta convivencia e integración se consolidaba durante el exigente periodo formativo común, en el que los cadetes compartían el rigor académico y disciplinario antes de especializarse en los conocimientos propios de su Arma o Cuerpo.
Tras su primer cierre, la Academia reabrió en 1927 en Zaragoza y promovió nuevamente la cohesión entre los futuros oficiales, actualizándose tras la Guerra Civil hasta formar a más de 23.000 oficiales desde 1942.
El Espíritu de la General se condensa, aunque no se limita, en el Decálogo del Cadete, redactado como código ético desde la segunda época. Este decálogo incluye principios como el amor a la Patria, el compañerismo, la disciplina, la vocación de servicio, el valor, la abnegación, el honor y la exigencia de buscar voluntariamente servicios de mayor riesgo y fatiga. Esta síntesis ética exige al oficial orientar su conducta hacia el interés general y el bien común y, con ello, hacia la defensa de España, reforzando el compromiso de liderazgo y responsabilidad. Todo lo anterior no es fruto de la casualidad, sino la consecuencia de una formación rigurosa y en valores.
El catedrático Cruz Alli, en su obra Derecho Administrativo Especial, tras un detallado análisis, incluso del derecho comparado, señala que en la actualidad los únicos centros de enseñanza donde se forma a sus alumnos son las academias militares. En el resto, simplemente se imparten conocimientos.
Los militares portan este sentimiento, pero no son sus principales beneficiarios, sino el propio Ejército, porque lo robustece y refuerza, así como la sociedad a la que sirve: España.
Esta reafirmación es vista como garantía de eficacia y abnegación en el cumplimiento del deber, respondiendo a la necesidad de mantener lo que hoy denominamos cultura de la defensa y los valores militares en el seno de la sociedad actual. El Espíritu de la General no es un lema recurrente ni una frase feliz, sino el eje central de la formación y de la cultura profesional de los oficiales españoles, convertido en realidad cotidiana gracias al ejemplo y a la memoria compartida de generaciones de oficiales.
Este legado ético y humano, mantenido vivo mediante exigentes códigos de conducta, constituye el mayor capital institucional de la Academia General Militar y, a pesar del tiempo, el fundamento del liderazgo del militar español en el siglo XXI.
Tomás Torres Perales Comandante de Caballería. Academia de Ciencias y Artes Militares
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