Opinión

Europa postcristiana y moribunda

Macron ha conseguido su propósito: que el aborto sea reconocido nada menos que como un derecho fundamental en la Constitución de la V República

Emmanuel Macron, actual presidente de la República francesa, ha conseguido su propósito: que el aborto sea reconocido nada menos que como un derecho fundamental en la Constitución de la V República. Si en la Asamblea Nacional tuvo una abrumadora mayoría, en el Senado fue superado al ser aprobado con tan solo un voto en contra. El pasado año, al presentar su programa para el primer semestre en el que ejercía la presidencia «pro tempore» del Consejo Europeo en nombre de Francia, ya expresó su voluntad de que en la Carta de DDHH de la UE se reconociera ese derecho, y como «fundamental».

Esta decisión es de gran relevancia porque refleja la actual Francia, otrora reconocida como la «fille aînè de l’eglise» (la hija primogénita de la Iglesia), como la reconocieron los papas por la conversión al Cristianismo de Clodoveo, rey de los francos, en la Navidad del año 496. La Revolución de 1789 significó el cambio de esa Francia orgullosa de su primogenitura cristiana a la actual radicalmente laicista y descristianizada, que ve cerrar iglesias y abrir mezquitas por la creciente población musulmana.

La actual UE construida pivotando sobre el eje Paris-Berlín tuvo su primera etapa de vida por el Tratado de Roma de 1955 a impulso de políticos humanistas cristianos, diez años después de finalizada la terrible Segunda Guerra Mundial, desde la convicción de cuáles eran las profundas raíces sobre las que se había construido Europa, la antigua Cristiandad. El Derecho de Roma, la Filosofía de Grecia y la fe venida de Jerusalén fueron el trípode sobre el que se asentaron esa civilización y esa cultura, expresado en sus ricas y diversas realidades nacionales. San Juan Pablo II definió con Joseph Ratzinger los denominados «principios irrenunciables para los católicos»: la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural; la defensa de la familia, basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, y el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos según sus convicciones morales y religiosas. Hoy esos principios están abandonados en casi todos los 27 Estados de la UE, triunfando los antagónicos a ellos, que conforman el «credo del anticristo», en expresión de Benedicto XVI. Son el aborto y la eutanasia, la ideología LGTBI, y la educación pública laica, respectivamente. La Europa cristiana, faro civilizador de Occidente, está moribunda y en manos de élites globalistas para repartirse sus despojos en el «Nuevo Orden Mundial multipolar».

En ella Dios ha sido marginado de la vida pública. Con excepciones, como nuestra todavía maravillosa Semana Santa.