Aquí estamos de paso

El falcon y la caravana

Ni los más cafeteros del socialismo militante dudan de que la amnistía es el precio a pagar por el apoyo de Puigdemont

Cuenta Zarzajelos que cuando Ardanza apenas se estrenaba como lehendakari le citó para una entrevista en un escenario verdaderamente insólito. Se vieron en un lugar apartado frente a una suerte de remolque, como una caravana sustentada sobre varios pilares. Le confesó que aquel era para él un lugar de retiro y tranquilidad, una suerte de paraíso escondido de esos a los que uno siempre desea volver. Yo añadiría que de los que uno no desearía jamás salir. La muerte de quien fue tres lustros lehendakari a pesar de no tener ambición de poder hasta ese extremo, ha servido para desempolvar una forma de hacer política generosa y eficaz, que empezó estrenándose con una alianza de gobierno con los socialistas y acabó con un cambio ordenado y sereno en la línea de lo que había sido su gestión. Fue un político de diálogo y entendimiento, de esos que se toma la gestión tan en serio como para poner sus principios (siempre presentes, siempre en el horizonte, nunca despreciados) en un plano jamás superior al de su compromiso con sus administrados. La ideología, su nacionalismo militante, nunca le impidió tender manos a nadie.

Se me antoja que el curioso incidente de la caravana inesperada casa con esa personalidad pegada a la tierra, a la gente, atenta al interés público más que al privado, es lo que en política representó el desaparecido Ardanza. Un estilo y una factura apenas presentes en el juego político actual, en el ruedo ibérico contemporáneo tan sembrado de espinas, regates cortos y muros divisorios. Tan alejado del pálpito real de una opinión pública a la que formalmente representan porque los elige, pero de quienes se muestran tan alejadas como sus gestos y actuaciones dejan claro casi a diario. Hoy se tiende la mano para cerrar el puño y dirigirlo (verbalmente, entiéndase) al adversario, cada vez más visto como enemigo. Hoy los principios son tan móviles y maleables como sea necesario para mantenerse en el poder. O para llegar a él. Hoy el respeto que se tiene a la ciudadanía es tan escaso como el que se muestran entre sí aliados en pactos temporales de interés.

El mismo día en que la política despedía a Ardanza, en el Senado el presidente catalán, aliado esencial de Sánchez, dejaba claro que su acuerdo se basa esencialmente en la debilidad del presidente del Gobierno. Ya lo había dicho tiempo atrás Gabriel Rufián, la palabra de Sánchez vale poco. Ahora es su compañero y presidente quien responde al PSOE recordando lo obvio: también dijisteis que la amnistía era imposible, y aquí estamos. Ahora, a por el referéndum de independencia. Ni sus aliados lo toman en serio. Saben, como sabemos todos, que lo que hoy es imposible mañana se hará si es necesario para seguir en el gobierno. Ni los más cafeteros del socialismo militante dudan de que la amnistía es el precio a pagar por el apoyo de Puigdemont. Ni los más obtusos milicianos de las ideologías gubernamentales ni sus más entregados publicistas se creen lo de que estamos en un camino de reconciliación, cuando los indepes evidencian en cada paso y cada palabra que lo último que quieren es reconciliarse.

La política es dialogar, escuchar, decidir…Pero, sobre todo, debe ser estar cerca de la gente. Y acaso no sea mala metáfora contemplar en perspectiva quién puede aproximarse mejor a ese ideal: el que disfrutaba en una caravana pegada a la tierra o quien opta por los aires en un falcon oficial.