Opinión
Fantasías agosteñas con Puigdemont
Los periodistas no paramos de elucubrar sobre su advenimiento y posible detención
Carles Puigdemont, ex-presidente de la Generalitat y figura central del proceso independentista, regresa a España tras su exilio en Europa, y el circo, al que ya estamos acostumbrados los españoles, está servido. Nosotros, los periodistas, desorientados por los calores y perplejos por los acontecimientos, no paramos de elucubrar sobre su advenimiento y posible detención, y al menos a mí, este agosto terrorífico me precipita dulcemente a fantasear:
Una de las opciones más atractivas es la del globo aerostático, desafiando a sus perseguidores a lo Phileas Fogg. Imaginemos la escena: un globo con los colores de la estelada surcando el espacio aéreo español, a su pesar, pero luciendo orgulloso sobre el horizonte. Puigdemont, cabello al viento, en mis cavilaciones se lo ha dejado crecer a lo Jim Morrison. Los periodistas y curiosos se agolpan, cámaras en mano, mientras él aterriza mayestático.
Otra visión, muy en clave Príncipe Ali Ababwa, pero con barretina, espadilles y faja, sería una puesta en escena orondo sobre el howdah y a lomos de un elefante, mientras avanza digno por las calles de Barcelona. En esta modalidad de ensoñación no viene solo sino acompañado por una comitiva de músicos tocando sardanas y bailarines ataviados con trajes folclóricos. Por lo demás, monos albinos, animales exóticos, loros, faquires, cocineros, pajes, sirvientes y doncellas…
Para los más techies, tengo otra alucinación y es un Tesla Cybertruck, un vehículo futurista, metáfora perfecta de la lucha del político catalán: resistente, innovador y dispuesto a romper con lo establecido. Cierren los ojos: escoltado por una caravana de coches eléctricos, Puigdemont se dirige hacia el Parlament, de negro riguroso y tocado con dos cuernos, cual Maléfica, en el pleno de investidura le espera Salvador Illa con gafas de pantalla y visión de futuro.
Una alternativa cargada de fe y simbolismo sería la romería, emulando a Jesucristo. Nuestro incuestionablemente mesiánico Puigdemont, decide aparecer sobre una burra, rodeado por una multitud de feligreses. Entre cánticos emblemáticos sobre la identidad y la lucha indepe, los peregrinos le acompañarán en su martirio, atmósfera devota y fervorosa.
Otra escena más romántica y pastoril se dibuja en mi pensamiento: una barca por el río Ebro. Puigdemont, remando lentamente mientras se acerca a la orilla, con la estelada ondeando al viento. Los pescadores y habitantes de la ribera le saludan, Visca Catalunya Lliure, ¡¡¡Visca, Visca, Visca!!!. Esta entrada bucólica, que nos retrotrae a una España más mediterránea y espiritual, subrayaría la conexión de Puigdemont con la tierra y las gentes de una Cataluña genuina, y sin contaminar. Una manera muy poética de volver a su patria, abrazando los vínculos culturales y emocionales que han sido parte de su narrativa política.
Para los amantes de la adrenalina, un arribo en paracaídas (con los colores de su bandera) y desnudo, será inolvidable. Imaginemos a Puigdemont lanzándose desde un avión, sonriente, valeroso, con los brazos y piernas en cruz, desplegando toda su audacia y singularidad. Los espectadores contenemos la respiración y afinamos la vista.
No podemos dejar de recrear una comparecencia exultante de lujo y velocidad, un Lamborghini Veneno. Puigdemont por la autopista y el rugido del motor anunciando su llegada. A las puertas, sale del coche con una sonrisa triunfante, vestido con un traje de lino blanco de doble botonadura, muy en clave Hannibal Lecter tras su fuga o Sergio Ramos de comunión. Esta entrada subrayaría una mezcla de poder y fashionismo, y reflejaría una imagen más sofisticada de su figura política. Además, el Veneno, con su diseño futurista y su potencia impresionante, sería una metáfora de la velocidad y la determinación con la que Puigdemont ha enfrentado su exilio y su retorno.
¿Y qué tal como un repartidor de pizza, con la caja en mano y una gorra jugando con la idea siempre apetitosa del disfraz y del anonimato? Creatividad e ingenio para eludir a las autoridades. Sin duda una aparición deliciosa, demostrando que, incluso en los momentos más serios, siempre hay espacio para el humor, porque el humor, es la verdadera patria, la única que nos iguala a todos, donde todos podríamos reírnos de todos y todos tendríamos razón…
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