Apuntes
El feminismo patrio y esas mujeres de segunda…
Un centenar de violadas judías no van a fastidiarnos el discurso pro palestino, tan progresista y tal
Trascribo un párrafo de la declaración que Mazal Tazazo, una joven judía de origen etíope, superviviente de la matanza en el festival Nova, ha hecho al periodista español Pablo M. Díez. Dice así: «Ataron a las chicas desnudas después de violarlas, una vez y otra, y otra vez… ¡En grupos¡ Y no es sólo que las violaran y mataran. Es que metieron cosas en sus cuerpos para divertirse». Tazazo se salvó porque consiguió hacerse la muerta. Le ayudó un culatazo en la cabeza que le dejó el rostro y el cuello lleno de sangre. Su testimonio es, pues, de primera mano y sería válido ante un tribunal, pero es innecesario. Las autopsias, las imágenes captadas por los propios terroristas, algunas enviadas a los móviles de las familias de las jóvenes para ampliar la tortura emocional, y el hecho de que 300 de las 364 víctimas mortales del festival fueran mujeres muestra sin lugar a duda lo que sucedió en ese 7 de octubre de 2023. Si me ha parecido pertinente extenderme en esa tragedia es porque una de las heroínas de la flotilla de Gaza, la propagandista sectaria -ella se autocalifica de influencer- Hanan Alcalde, alias «Barbie Gaza», se ha permitido el desahogo de afirmar que las violaciones de mujeres hebreas por la canalla palestina «es un bulo» esparcido por los sionistas, sin que a nadie en la izquierda buenista se le haya alterado un músculo, menos aún en el feminismo patrio, para el que siempre ha habido mujeres de segunda y, también, por lo visto, violadas de tercera, como las judías o las yazidíes. Entra en el campo de la psicología clínica la fascinación que el machismo islamista ejerce sobre algunas de nuestras féminas más progresistas, así como su capacidad para abstraerse de la realidad. Que la niña Greta y uno de los líderes musulmanes de la Flotilla tuvieran que cambiarse de embarcación para no aguantar los alegatos LGTBI de algunos expedicionarios, explica mucho sobre esa confusión con las banderas. Ya les digo que, en Gaza, por poner un ejemplo, no casa bien enarbolar la enseña palestina junto a la del arcoíris. Pero fuera del campo de la psiquiatría, lo que hacen las Barbies y otras enseñas de la izquierda es negar la realidad incómoda con las mismas técnicas del engaño que los soviéticos con las fosas de Katyn, no vaya a ser que el discurso buenista se venga abajo por unas cuantas judías violadas y asesinadas, que lo grave es lo nuestro, las «torturas vips» sufridas por Colau y compañía, que ya lo ha dicho la niña Greta, veterana de las detenciones policiales en media Europa, que se dejen de tonterías y se fijen en lo importante, que es el sufrimiento del pueblo gazatí. Por supuesto, se puede rechazar la barbarie palestina del 7 de octubre sin tener que aplaudir la muerte de niños inocentes en las operaciones militares de Israel, como se puede exigir al Gobierno de Netanyahu contención y responsabilidad sin necesidad de entrar en una dinámica antisemita, tan oportunista como peligrosa, por otra parte, tan propia del sanchismo. Y no es equidistancia cuando, en el fondo, todos sabemos, hasta la Barbie rubia de la propaganda sectaria, que nada de esto habría sucedido si Hamás, bajo las órdenes de Irán, no hubiera abierto una caja de Pandora que, esta vez, no iba a ser capaz de cerrar.