
El canto del cuco
La Fiesta de la Hispanidad
La Fiesta de la Hispanidad sufre un eclipse casi total en Cataluña y en el País Vasco, por influencia de las fuerzas nacionalistas, a pesar de la extraordinaria contribución de estas regiones al descubrimiento y conquista de América
En España, la fiesta nacional se celebra sin pena ni gloria el 12 de octubre. En esto somos una «anomalía patriótica». Es apenas honrada con un discreto y obligado desfile militar. Sólo la Corona y la milicia mantienen la tradición y dan señales de patriotismo. El pueblo está de puente y el Gobierno asiste a la parada con desgana y entre abucheos del personal al presidente cuando asoma por allí. Medio Gobierno está en contra de la fiesta nacional. Considera la Hispanidad una antigualla del pasado, una herencia franquista, un error histórico, que necesita reparación por el daño a los pueblos indígenas. Molesta hasta el nombre de Hispanidad, que en las izquierdas está proscrito y en la derecha, casi olvidado por su complejo de sumisión ideológica. Los «progres», si acaso, sustituyen Hispanomérica por Latinoamérica para acallar la mala conciencia.
La Fiesta de la Hispanidad sufre un eclipse casi total en Cataluña y en el País Vasco, por influencia de las fuerzas nacionalistas, a pesar de la extraordinaria contribución de estas regiones al descubrimiento y conquista de América, hechos que constituyen la mayor hazaña de la Historia de España. Su fruto más visible es el mestizaje, algo que no ocurrió en otras colonizaciones. Nació una gran comunidad de pueblos. Florecieron las Universidades y las catedrales. Se expandió el cristianismo. Gracias a aquella aventura histórica, unos quinientos millones de seres humanos hablan hoy español. Los cientos de miles de emigrantes que llegan ahora de aquellas tierras poseen nuestra lengua y religión y encuentran menos dificultades que los de otras culturas para integrarse en la sociedad española. Hay un evidente vínculo de fraternidad. Corre por ellos sangre mestiza. Merecen la mejor acogida, como ha propuesto acertadamente Feijóo en su gran programa sobre inmigración. Eso es Hispanidad. El potencial de la misma, con el Rey al frente, está aún casi inexplorado.
Por fin está habiendo una contraofensiva seria de los más prestigiosos historiadores contra la «leyenda negra», que tanto daño ha hecho al prestigio internacional de España y a nuestra autoestima como nación. Pero en el otro lado persiste aún el «Grupo de Puebla», con participación activa de las izquierdas españolas, ahora en el Gobierno, y que dispone de amplio eco mediático. Esto explica en gran manera el diluido relieve de la fiesta nacional y la proscripción del término Hispanidad. Una buena tarea pendiente para el previsible sucesor de Sánchez si está dispuesto, sin complejos ni bobadas, a dar de una vez la imprescindible batalla ideológica. El patriotismo –aconsejó Cánovas– ha de ser «callado, paciente, aunque intencionado, constante, implacable».
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