Opinión

El fin de la guerra vendrá por el ICM

«Podría tratarse del final del cisma de la Iglesia Ortodoxa, que data de 1054, volviendo a la plena comunión con la Iglesia Católica»

Ante la grave situación en Ucrania, que no tiene visos de terminar con la victoria de un bando sobre otro (EEUU y OTAN contra Rusia), resulta inaplazable propiciar un armisticio para abrir una rendija, si no a un tratado de paz –imposible sin mediar derrota de algún bando– al menos un cese indefinido de facto de las hostilidades.

Con una guerra y Rusia en ella, la referencia a Fátima es obligada, se quiera o no reconocer por este Occidente otrora cristiano creyente. En Tuy, el 13 de junio de 1929 Lucia tuvo una importante revelación en la que la Virgen le dijo que, pese al retraso en cumplir la consagración de Rusia pedida por Ella, al final «Mi Inmaculado Corazón triunfará: El Papa me consagrará Rusia, que se convertirá, y le será dado al mundo un tiempo de paz». San Juan Pablo II hizo una consagración que obtuvo la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la URSS sin mediar ni un proyectil entre la OTAN y su homónima comunista, el Pacto de Varsovia, aunque no se quiso aprovechar esa inimaginable situación para establecer una paz y colaboración estrecha y fructífera de Occidente con la Rusia cristiana ortodoxa «desde el Atlántico hasta los Urales», como defendió De Gaulle. El Papa Francisco consagró Rusia y Ucrania el 25 de marzo de 2021, y es claro que no ha cesado la guerra ni Rusia se ha «convertido», por lo que el Inmaculado Corazón de María no ha triunfado todavía.

Se plantea en muchas instancias cómo identificar ese triunfo y qué falta a la consagración solicitada. La respuesta se puede interpretar. En cuanto al triunfo del ICM, podría tratarse del final del cisma de la Iglesia Ortodoxa, que data de 1054, volviendo a la plena comunión con la Iglesia Católica. Ello significaría aceptar, entre otros, el dogma de la Inmaculada Concepción de 1854, que sin duda sería el triunfo de su Corazón con todos los cristianos rusos unidos en torno a Él.

En cuanto a lo que falta, está a la espera de la gracia del Cielo que requiere que se divulgue la devoción al ICM por la Iglesia Católica. La Blanca Señora indicó un claro instrumento: el impulso de la práctica de la devoción de los cinco primeros sábados de mes, que está olvidada. Más difícil era que cayeran el Muro y la URSS, y el milagro se consiguió. Recomendable la lectura de «Sor Lucia en Tuy», de Manuel de Santiago. La paz no vendrá por las armas, sino por este medio.