
Parresía
Fin de la travesía
En una sociedad como la nuestra, especialmente ahora, con Rusia haciéndonos la guerra híbrida, me encantaría ver este mismo nivel de enfado en la calle, entre nuestros jóvenes
Apuramos la semana de la Flotilla, que es también la historia de una deportación anunciada de activistas. Aunque no hayan llegado a pisar Gaza, hay que reconocerles que han logrado poner el foco mundial sobre ese punto del planeta y que abramos los informativos observándoles.
Todos hemos estado atentos a lo que nos contaban la exalcaldesa Colau y compañía. Podremos sacar después nuestras propias conclusiones sobre el sentido de la oportunidad de ella o sobre unos pocos tripulantes interesados, sobre todo, en chupar cámara durante su travesía, pero hay que felicitar a las mentes que se inventaron esta aventura de idealistas por el Mediterráneo.
La idea de denunciar las matanzas de civiles palestinos inocentes en Gaza ha calado hasta despertar las simpatías de los jóvenes, a nivel global. En España, los universitarios han inundado las calles de muchas ciudades. Por la Flotilla, sí, pero quiero creer que también por cómo se ha cebado el ejército israelí de Netanyahu con una población mayoritariamente inocente, a la vista de todos.
En este momento delicadísimo de crispación global, hemos asistido a la detención de la flotilla en tiempo real mientras, en Mánchester, un individuo atacaba una sinagoga durante la celebración del Yom Kipur, matando a dos personas y dejando otros tres heridos judíos. El Gobierno británico lo califica de atentado terrorista, uno más contra esa comunidad en Europa. Ojalá me equivoque, pero hay demasiado dolor y odio acumulados en ambos bandos. El conflicto de Oriente Próximo no tiene solución a corto, y me temo que tampoco funcionará el plan de paz de Donald Trump (si me equivoco y Hamás lo admite… y diera resultado, ¡hasta tendría sentido que el susodicho recibiera el Nobel de la Paz, a pesar de ser como es!).
Ahora mismo, mientras observo a tantos miles de compatriotas protestando por Palestina, pienso que, ya que están en la calle, deberían aficionarse más a la sana costumbre de quejarse con la misma convicción por otras tantas guerras y causas injustas.
En una sociedad como la nuestra, especialmente ahora, con Rusia haciéndonos la guerra híbrida, me encantaría ver este mismo nivel de enfado en la calle, entre nuestros jóvenes. Por Ucrania, contra Putin y contra sus incursiones. Manifestaciones también, ya puestos, por todo lo que falla en nuestro país y les afecta directamente (la falta de perspectivas laborales, el precio galopante de la vivienda, los servicios básicos que fallan a nivel estatal y autonómico y tantos casos de corrupción por todos conocidos, que claman al cielo).
Existen millones de motivos hoy en día para salir por fin del «modo anestesia» y protestar. ¡Que ya está bien! Sobre todo, si eres joven.
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