La situación

Contra Franco vivíamos mejor

«El Gobierno y sus socios perseveran en recuperar el viejo lema de los ultras: ‘‘Franco, presente’’»

Hace poco menos de dos años, Moncloa pactó varios aspectos de la Ley de Memoria Democrática con EH Bildu.

Cuando se lee una frase como la anterior, es preciso tomarse un momento de reflexión. Sí, el Gobierno pactó la Ley de Memoria Democrática con EH Bildu, pese a que palabras como «memoria», «democracia» y «EH Bildu» son incompatibles en una misma frase.

Pasado el tiempo, Pedro Sánchez se apareció en la basílica de Cuelgamuros, de infausto recuerdo. El presidente se hizo grabar una suerte de tétrico documental (acordarse del Nodo resultaba inevitable) en los lúgubres túneles de tal monumento, hasta llegar a las catacumbas y fotografiarse rodeado de restos mortales.

Iniciar así, con efluvios de nuestro pasado más sombrío, una campaña electoral ha dejado de ser un hito novedoso. Es una tradición equivalente a la pegada de carteles. Que Franco muriera hace ya cuarenta y nueve años no parece ser suficiente, y un sector de la política española sigue instalado en aquello que le ocurrió a cierta izquierda en la Transición: que esperaba una ruptura más intensa y rápida y acabó por extender la broma –si es que solo era una broma– de que «contra Franco vivíamos mejor», como respuesta a los residuos del régimen que pretendían convencer a los españoles de que «con Franco vivíamos mejor». No tuvieron éxito ni unos ni otros.

De repente, aquel sector añorante de la izquierda disfrutaba de la democracia que España llevaba cuatro décadas demandando, pero, siempre insatisfecha, evocaba los viejos y épicos tiempos de la lucha antifranquista. No nos conformamos con nada.

Ahora, son el Gobierno y sus socios los que perseveran en recuperar el viejo lema de los ultras: «Franco, presente». Pretenden que el dictador salga en su ayuda en estos tiempos electorales complejos para movilizar a los nostálgicos –viejos y jóvenes– que echan en falta las emociones que producía vivir contra Franco. Mientras, cierta derecha –en obstinada ineptitud– sigue sin encontrar la forma de encarar conceptos tan obvios como que el franquismo fue una dictadura o que las familias tienen derecho a enterrar dignamente a sus muertos. Y así seguimos, medio siglo después.