Tribuna

Gabriel Rufián, ni de aquí ni de allí

A menudo le achacan no ser un verdadero indepe. O que utilice el castellano habitualmente ignorando que Rufián se forjó en «Súmate», colectivo indepe que aglutinaba a personas nacidas o con orígenes fuera de Cataluña

A Gabriel Rufián le acompaña a menudo la polémica. No es un tipo que cause indiferencia. Tampoco es que ni mucho menos rehúya la polémica. Le va la marcha. Sus intervenciones en Pleno del Congreso o en comisiones interrogando a los comparecientes han dado para muchos titulares. Es una estrella de la red social X (antes llamada Twitter) y lleva tiempo dando que hablar. Surgió de la nada. Pero pronto llamó la atención. Oriol Junqueras apostó por él y Gabriel Rufián despegó como un misil. Repartiendo a diestro y siniestro. Y también recibiendo, encajando golpes, con la mano abierta.

En esta ocasión ha sido la Junta de Andalucía quien le ha reprochado una intervención parlamentaria cuando recordó sus orígenes y por qué su familia dejó su Jaén natal para irse a Cataluña a labrarse un futuro. Familia humilde, como tantas miles que emigraron. Dejaron su amada tierra por necesidad, no para vivir aventura alguna.

Lo curioso es que Gabriel Rufián no ha dicho nada que no diga «Aceituneros», el poema de Miguel Hernández, más conocido por «Andaluces de Jaén», himno oficial de la provincia. Cuando se llega a la segunda estrofa ya queda claro, a todas luces, el mensaje, que es precisamente el que lanzó a la cabeza del PP en uno de sus habituales rifi-rafes parlamentarios.

Escribió ese poema el alicantino Miguel Hernández en el 37, cuando recaló en Jaén, en plena contienda bélica. Su mujer, Josefina Manresa, era de Quesada, donde nace el Guadalquivir, en la Sierra de Cazorla. Siendo andaluz es casi lo más cerquita que se puede estar de Alicante.

Por cierto, ahora que el despropósito de Junts vinculando inmigración a delincuencia da tanto que hablar, cabe recordar que cuando Largo Caballero fue ministro prohibió que los temporeros vinieran de fuera del municipio. Una medida proteccionista para impedir que los terratenientes se trajeran la mano de obra barata de Portugal.

Gabriel Rufián es rabiosamente de izquierdas. En alguna ocasión había dicho que si hubiera nacido en Vallecas igual les hubiera votado. Y si con alguien ha chocado sin cesar Rufián es precisamente con el mundo de Junts. Es conocida la tirria que le profesan en Waterloo. Como también buena parte de la llamada hiperventilación.

A menudo le achacan no ser un verdadero indepe. O que utilice el castellano habitualmente ignorando que Rufián se forjó en «Súmate», colectivo indepe que aglutinaba a personas nacidas o con orígenes fuera de Cataluña. Cuando se dio a conocer, Rufián se expresaba siempre en castellano. Es más, reivindicaba esa lengua como patrimonio de Cataluña y su uso para defender sus ideales. Lo que no quita que hablara/educara a su hijo en catalán pese a hablar en castellano con su pareja.

Rufián no se crio tampoco en una comarca ajena a la inmigración. Ni en un pueblo donde sólo se hablara en catalán. Todo lo contrario. Lo hizo en un barrio popular, El Fondo de Santa Coloma de Gramenet. Donde si algo no se hablaba, es catalán. Tanta fue la gente que llegó de Andalucía. Barrios enteros. Cuenta Rufián que la primera vez que oyó hablar en catalán fue en la Badalona de Albiol que aventaja a Junts en el tiempo que hace que pide mano dura contra la delincuencia, a la que vincula también con la inmigración. Será que en todas partes cuecen habas.

Es curioso que a Rufián le aticen unos y otros, que cabree tanto a unos y otros. Es como si para unos fuera un renegado y para otros no pasara el test de pureza indepe. Da qué pensar. Son interesantes esos personajes que parecen medrar en tierra de nadie. Como tantos hubo en la República. El diputado Carrasco y Formiguera, hijo también de andaluces e indepe ya por aquel entonces, huyó de Cataluña para no ser asesinado por la FAI para luego ser cazado por Franco que mandó darle muerte. Como el General Batet, el mismo que detuvo a Lluís Companys en Octubre del 34 y al que luego Franco también mandó fusilar.