Eleuteria

Ganadores y perdedores

Ninguno, o prácticamente ninguno, de los argumentos que blandió Tamames en su discurso de censura contra el Ejecutivo fueron respondidos

La moción de censura de Vox contra el Gobierno de Sánchez no tenía como propósito lograr la censura parlamentaria del Ejecutivo porque ya se sabía perfectamente de antemano que no iba a lograrla. Simplemente no había mayoría de diputados suficientes y no podía haberla. Por consiguiente, el propósito sólo podía ser otro: organizar una sesión monotemática en el Congreso para fiscalizar la actividad de este gobierno a dos meses de unas decisivas elecciones autonómicas y municipales. Es decir, lo que se buscaba era un escaparate pre-electoral desde el que lograr visibilidad. El problema es que, claro, en una moción de censura la visibilidad la obtienen todas las partes: no sólo los censores sino también los censurados. Es decir, no sólo Vox sino también PSOE y Unidas Podemos (o lo que quede de esta coalición cada vez peor avenida). Y una vez ambos frentes políticos logran visibilidad política y mediática, ya no está tan claro qué partido sale netamente beneficiado.

A la postre, el beneficio puede medirse en cuatro frentes: movilizar al electorado propio, desmovilizar al electorado ajeno, inclinar hacia el propio bando el voto de los indecisos y no empujar hacia el bando ajeno el electorado propio. Corresponderá a la demoscopia determinar si han sido Vox o PSOE-Podemos quienes han logrado estos propósitos y en qué medida lo han hecho. A tenor de la reacción de los hinchas de unos y de otros, empero, parecería que las posiciones no se han movido demasiado: para los pro-gobierno, Vox hizo un espantoso ridículo con Tamames; para los pro-Vox, Tamames ridiculizó como nadie ha hecho a Pedro Sánchez.

Sí me gustaría, sin embargo, resaltar una diferencia entre los argumentos que pueden emplear unos y otros para justificar que «han ganado» la moción: a diferencia de los partidarios de Vox, los defensores de PSOE y Podemos sólo pueden argumentar haber ganado el debate desde una perspectiva meramente formal o estética, es decir, propagandística. Ninguno, o prácticamente ninguno, de los argumentos que blandió Tamames en su discurso de censura contra el Ejecutivo fueron respondidos: no necesariamente porque fueran correctos e incontestables –yo mismo tendría bastantes críticas que efectuar a parte de lo argumentado– sino porque fueron ignorados en la perorata presidencial y vicepresidencial. Tanto Sánchez como Díaz evitaron el intercambio de argumentos y se limitaron a soltar un mitin que no tomaba en consideración ninguna de las críticas –certeras o no– previamente formuladas por Tamames. Lo cual no significa que, desde un punto de vista político, salieran derrotados: lo que cuenta, ya lo hemos dicho, es cuántos votos consiguieron amasar con esa deshonesta estrategia.