La situación
Los generosos socios de Sánchez
«Se nos muestra el virtuosismo con el cual el nacionalismo vasco encaja bolillos en Madrid. Siempre juega y siempre gana»
Un día del mes de mayo de 2018, Mariano Rajoy, sus ministros y sus diputados se marcharon del Congreso de los Diputados entusiasmados, después de que la cámara aprobara los Presupuestos Generales del Estado. La inmediata lectura política era que, con esa ley, Rajoy prácticamente se aseguraba el resto de la legislatura. Una semana después, Pedro Sánchez ganaba una moción de censura y alcanzaba el poder. La clave de ese brusco giro de los acontecimientos fue el versátil voto del PNV, que apoyó los presupuestos de Rajoy y también la moción de censura de Sánchez.
Desde aquel día, los nacionalistas vascos son socios imprescindibles para la supervivencia del sanchismo. Siempre han justificado aquel cambio por los casos de corrupción protagonizados por el PP. Ahora, el presidente del Gobierno tiene imputados a su esposa, a su hermano, al fiscal general del Estado y pronto lo estará su ex número dos en el PSOE. Sin embargo, el PNV mantiene su fidelidad sanchista. Y, como en el caso de Rajoy en 2018, el portavoz parlamentario del PNV considera que, si Sánchez saca adelante los presupuestos, se asegurará lo que queda de legislatura. Y de las imputaciones que rodean al presidente, opina que, no afectando a la financiación del Partido Socialista, el asunto es distinto al del PP.
Siendo así la situación, se nos muestra de nuevo el virtuosismo con el cual el nacionalismo vasco encaja bolillos en Madrid. Siempre juega y siempre gana.
El PNV, generoso con Moncloa, cree ahora que el PP tiene demasiada prisa (en palabras de Aitor Esteban), lo que coincide estrictamente con la realidad. De hecho, más que prisa, el PP tiene angustia. De la misma manera, el PNV no tiene prisa alguna. De momento, estruja los restos que aún le puedan quedar al sanchismo gobernante. Y, si las cosas cambian, sabrá extraer, de igual forma, el jugo que pueda tener un eventual gobierno nuevo.
Por el camino, si eso llega a ocurrir, el PP se verá sometido a una lastimosa humillación: la de pedir ayuda al partido que los expulsó del gobierno en 2018. Es política.
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