Editorial
Un gobierno para el gasto y el clientelismo
Sánchez y Montero son la dupla responsable de una España con el mayor índice de pobreza infantil de la zona euro, tercero en personas en riesgo de exclusión y la mayor pérdida de poder adquisitivo y renta per cápita ajustada. Nada hace pensar que esto pueda cambiar
Pedro Sánchez ha cerrado la crisis de gobierno derivada de la marcha de Nadia Calviño para presidir el Banco Europeo de Inversiones (BEI) con el nombramiento de Carlos Cuerpo como nuevo ministro de Economía, pero sobre todo, que es la modificación que delata las intenciones y los planes de Moncloa, con el ascenso de María Jesús Montero de vicepresidenta cuarta a primera como máxima autoridad económica del Ejecutivo. El nuevo miembro del equipo de Sánchez ha sido el número tres del departamento de Calviño y responde a un perfil eminentemente técnico, sin encaje ni cometido ajenos a ese rol, que estará supeditado y supervisado por la número dos gabinete que es también la número dos del PSOE. Por lo tanto, no parece difícil concluir que su figura gris tendrá un peso relativo en las grandes decisiones de la política económica y que su cometido se vinculará especialmente a las relaciones europeas y con otros organismos internacionales, amén de tratar con los mercados con los que habrá que afrontar un arduo futuro con la vista puesta en la deuda y sus intereses desbocados. El movimiento monclovita con María Jesús Montero es cristalino como refrendo de la filosofía expansiva, de gasto y endeudamiento extraordinarios, al servicio de los propósitos clientelares y de facilitar las exigencias de los socios de Sánchez. Se ha premiado un planteamiento y unas recetas económicas que, lejos del triunfalismo de la propaganda oficial, ha prendido en las raíces y las estructuras productivas, en lo doméstico y en lo empresarial, el peso de una carga diferida, una auténtica bomba de relojería, a lomos del rescate encubierto que han significado la barra libre del Banco Central Europeo y los ingentes fondos europeos, más allá de su muy mejorable ejecución. Pero Montero, por encima de cualquier otra circunstancia o lectura de su trayectoria e intenciones, está marcada por su condición de fanática sanchista, por encima incluso del propio presidente, de lealtad y obediencia extremas, y que como su mentor y jefe maneja como instrumento y baza de su día a día la doblez y la impostura que le permiten transitar con naturalidad entre una cosa y su contraria. Estamos ante un escenario continuista, con una devota confesa del impuesto como arma depresiva de la economía, artífice de la mayor subida de la presión fiscal de Europa, y de una evanescente disciplina en la gestión de los grandes números. Todo ello en un horizonte de riesgo alto con la reactivación de las reglas fiscales en el espacio comunitario y la paulatina desconexión de los estímulos del BCE, lo que nos devolverá a una realidad sin blindaje ni asistencia incondicional foránea. Sánchez y Montero son la dupla responsable de una España con el mayor índice de pobreza infantil de la zona euro, tercero en personas en riesgo de exclusión y la mayor pérdida de poder adquisitivo y renta per cápita ajustada. Nada hace pensar que esto pueda cambiar.
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