Las correcciones

El gran juego de Irán en Líbano

Teherán no cuenta con los recursos necesarios para financiar una guerra abierta contra Israel

La crisis en Oriente Medio se deteriora a pasos agigantados a pesar de los llamamientos del debilitado presidente de Estados Unidos, Joe Biden, a la moderación. La frágil estabilidad regional está en peligro. Las fuerzas de mantenimiento de la paz de la ONU en el sur del Líbano, de las que España forma parte, no han hecho nada para contener a Hizbulá y, en caso de guerra abierta, se encontrarán en peligro. Puede que Israel no sea capaz de «aniquilar» a Hizbulá, como tampoco ha conseguido eliminar a Hamás tras un año de guerra sin cuartel en Gaza, pero los últimos acontecimientos han demostrado que la milicia proiraní está lejos de ser invencible. Los asesinatos selectivos entre los que destaca la desaparición de su jefe militar, Fuad Shukr, el 30 de julio, y las recientes explosiones de miles de dispositivos de comunicación han expuesto la vulnerabilidad y las fallas de seguridad de la organización terrorista chií.

Desde Nueva York se ha puesto en marcha una ofensiva diplomática para establecer una tregua de tres semanas en la frontera azul que separa Líbano de Israel ante el temor de una incursión terrestre, pero el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha pedido a sus fuerzas que mantengan la presión bélica. En Beirut nadie cree en que se pueda acordar un cese de hostilidades aunque todo el mundo desearía equivocarse. Israel ha pillado a Hizbulá con el pie cambiado y quiere maximizar este efecto sorpresa para golpear todo lo fuerte que pueda. La campaña israelí parece lejos de detenerse ya sea por medio de los bombardeos intensivos en el sur de Líbano o por una entrada de las tropas como en 2006.

Israel cuenta con otra ventaja circunstancial y es el escaso apetito de Irán por involucrarse en un conflicto regional. La moderación de la república islámica ante los ataques cada vez más agresivos de Israel en Líbano ha provocado desasosiego entre los cuadros de Hizbulá hasta el punto de que una delegación iraní se ha trasladado estos días a Beirut para disipar los temores de que habían sido abandonados. La cautela del régimen de los ayatolás demuestra, a su vez, que también están conmocionados-noqueados por la virulencia de los acontecimientos. Irán ha pedido a sus funcionarios que no utilicen sus teléfonos y walkie-talkies ante el temor de que estén infiltrados. La Guardia Revolucionaría iraní tampoco ha respondido al asesinato del líder de Hamás, Ismail Haniyeh, en Teherán a pesar de haber prometido su venganza. El presidente reformista iraní, Masoud Pezeshkian, ha declarado que su país desea iniciar una «nueva era» de política exterior y volver al acuerdo nuclear con Occidente para aliviar las sanciones impuestas a la república islámica y sanear la economía. Irán considera que evitar una gran guerra con Israel es crucial para lograr este objetivo. Irán, a su vez, carece de los recursos económicos para financiar un conflicto a gran escala. Pero el problema en Oriente Medio es que una vez que se enciende la mecha es difícil contener la explosión. Los arsenales armamentísticos de Hizbulá almacenados bajo tierra son inmunes a los bombardeos, pero podrían perderse en una operación terrestre. El jeque chií Hasan Nasrala podría verse ante el dilema de utilizarlos o perderlos. Si los lanza contra las ciudades israelíes la gran guerra, entonces, será imparable.