Opinión

La gran olvidada del feminismo

«El aborto es una desgarradora consecuencia de ese feminismo político, que deja sola a la mujer camino de convertirse en madre cuando por las difíciles circunstancias personales, sociales, económicas…»

En tres días será el 8-M; es decir, la fecha en la que la causa del feminismo sale a las calles en manifestaciones reivindicando la igualdad efectiva de derechos de la mujer con el hombre varón, lo cual la convierte en una causa totalmente justa y de exigible cumplimiento en todos los ámbitos. De hecho, no hay nadie que con un mínimo de formación pueda plantear una reserva a dicho principio, ya universal. Igualdad de derechos que conlleva igualdad de deberes y, por supuesto, igual dignidad. Pero igualdad no significa identidad de naturaleza humana, porque el hombre y la mujer son seres humanos –como es evidente– distintos y complementarios. Entre otras evidencias, la mujer es la única que tiene la capacidad de acoger y transmitir la vida, lo que la dota de una misión de incalculable valor para la sociedad, ya que en caso contrario se acabaría la humanidad. Esa diferencia biológica, física y psíquica, conlleva unas singulares aptitudes para algunas actividades y limitaciones para otras, como es natural. Así, por ejemplo, la legislación laboral las ha excluido de algunos trabajos al considerar que exigen un especial esfuerzo físico y no eran aptos para ellas; así como durante el embarazo y los primeros meses tras el parto las ha dotado de licencias y ayudas especiales, a fin de atender a la nueva criatura que necesita de la atención y cuidado de su madre.

Todo esto son realidades naturales que no precisarían ser recordadas si no fuera porque el feminismo radical e ideológico hoy desnaturalizado en la ideología de género LGTBIQ, pone el acento en una igualdad «identitaria», pretendiendo que la igualdad de derechos y de dignidad se consiga haciendo desaparecer el sexo biológico asignado al nuevo ser desde el mismo momento de la concepción por la unión de un gameto masculino y uno femenino. Ese feminismo ideológico olvida a la mujer-madre considerando, en su antinatural lógica, que el embarazo es ante todo una carga que aumenta los deberes a la mujer y dificulta e impide una realización más plena de su ser. El aborto es una desgarradora consecuencia de ese feminismo político, que deja sola a la mujer camino de convertirse en madre cuando por las difíciles circunstancias personales, sociales, económicas… en las que se encuentra, necesita de un especial acompañamiento y ayuda para afrontarlo. Darle como única salida el aborto representa, además de un crimen, un egoísmo total de una sociedad que se dice feminista y solidaria, pero abandona a la mujer cuando más lo necesita. Es la barbarie de la ingeniería social para controlar la natalidad.