Y volvieron cantando
No habrá «biquiños» para Yolanda
Díaz es gobierno y maneja presupuesto, pero anda lejos de su mejor momento
Le decía la semana pasada Pedro Sánchez a García Ferreras en una interesante entrevista que Núñez Feijóo dejó Galicia para ser presidente del gobierno y ahora vuelve en campaña a Galicia para poder seguir siendo presidente del PP. La reflexión que el jefe del ejecutivo trajo a la Sexta bajo el brazo podría tener parte de verdad en el supuesto de que el listón supedite un liderazgo nacional a conseguir por quinta vez una mayoría absoluta y con distinto candidato. Sin embargo, tal vez se estén obviando otras variantes como los pies de barro de otro liderazgo, el de toda una vicepresidenta y ministra de trabajo cuya «flamante» formación concurre a los comicios de su tierra de «biquiños» con la discreta expectativa de conseguir uno o ningún diputado y la única esperanza de convertirse en simples palmeros de una mayoría soberanista encarnada en el BNG. Hoy Feijóo tiene un partido, Díaz unas cuantas y desperdigadas «partidas».
El resultado que acaben arrojando este domingo las elecciones gallegas –que nadie se engañe– no se va circunscribir a la composición de un nuevo parlamento autonómico, ni tampoco a la consecuencia solo en clave regional de una decisión de los ciudadanos que, sin término medio, solo puede pasar por la continuidad de un gobierno cuyas garantías de gestión se han certificado durante los últimos años, o por el cambio hacia algo sencillamente distinto, tal vez más empático con el poder central de la Moncloa y consecuentemente más inclinado hacia la consolidación de los soberanismos periféricos, con lo que conlleva de inquietante para la clave de bóveda constitucional. Ese resultado puede embestir la solvencia de algún líder o lideresa nacional, que no tiene que ser necesariamente el presidente del Partido Popular (a pesar de algún sonoro error reciente) por mucho que algunos «mariachis» se empeñen en situar a Núñez Feijóo como el único con muy poco que ganar y todo por perder.
Díaz es gobierno y maneja presupuesto, pero anda lejos de su mejor momento. A los errores pre «23-J» marginando a Podemos se sumaba el desprecio al partido aún teledirigido por Iglesias a la hora de cederles un simple ministerio. Sánchez la encumbró a conveniencia, pero ahora la contempla como una aliada incapaz de tender puentes, no tanto con Puigdemont –que eso es cosa de los mayores– como con el necesario espacio podemita. Si su tierra le da la espalda, Sumar será restar.
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