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Aunque moleste

Hipocresía en la ONU

La repulsa de Starmer y Macron a Israel es solo de palabra

De golpe todos gobiernos pierden el trasero por el reconocimiento del Estado palestino, aunque tal vez lo hacen porque saben que es inviable. Una forma de quedar bien ante el grueso de sus opiniones públicas, que no entienden cómo para combatir el terrorismo hay que bombardear ciudades y expulsar a la gente de sus viviendas. Aceptando al Estado palestino, aunque sea cara a la galería, se blanquean y hacen como si en realidad estuvieran frenando el avance de las tropas de Netanyahu. Con el veto de Estados Unidos, tal reconocimiento es papel mojado. Y Trump ya ha manifestado su oposición absoluta, en apoyo sin ambages a Tel Aviv. Los que tardíamente vienen ahora a aceptar a Palestina (el mundo anglo, con Londres al frente) lo hacen sabiendo que tal Estado es imposible, ni como entidad unitaria ni como dos Estados. Por eso hacen el reconocimiento. Se trata de un canto al sol que no obliga a nada más. Soterradamente siguen en realidad apoyando a Israel. Lo hace Starmer, y también Macron, que se retrata en Naciones Unidas haciendo seguidismo del bloque anglo. Una manera de quedar bien ante el mundo aparentando una repulsa que no es tal, dado que en ningún caso van a ir más allá de las palabras. Como Sánchez, sólo que lo nuestro es peor. Aquí se trata de sacar rédito electoral al «genocidio», palabra ayer rechazada y hoy agitada compulsivamente con ánimo propagandístico contra el PP. Lo dicen los dirigentes de Podemos, únicos que mantienen cierta coherencia de discurso. Los de Iglesias hablaban de genocidio cuando el PSOE miraba para otro lado. Por eso dice Belarra que nuestro presidente está protagonizando una representación electorera: no se entiende de otra manera que siga sin aprobarse el embargo de armas (igual hoy, quién lo sabe), pese a haber sido anunciado varias veces. Aunque tal vez es que no hay voluntad real de embargar sino más bien de torpedear al PP, pese a que Feijóo culpa a Netanyahu y dice con claridad que no se debe marcar al pueblo judío por las actuaciones de su primer ministro.

Las posiciones de Sánchez y Feijóo no son tan diferentes, pero el primero quiere hacernos creer lo contrario: que el gallego apoya a Netanyahu y sólo él condena el «genocidio», haciendo un uso partidista de la palabra, como le recuerda Podemos con razón. Tiene además Sánchez el problema añadido de que Junts ha sido siempre un partido de militancia sionista, que no se siente cómodo con la pantomima electorera del presidente en este asunto. Ergo estamos en una situación en la que no sólo peligra el apoyo de Podemos a Sánchez, sino también el voto de Puigdemont, motivo por el que tal vez nuestro timonel está barajando de verdad la opción de convocar elecciones, enarbolando la bandera palestina y estigmatizando a quienes no la agitan a su son.

Ciertamente hay mucho cálculo en Sánchez y mucha hipocresía en los gobiernos de las naciones que aprovechan el eco de la ONU para blanquearse. Saben que es mera pose, pero les vale para aparentar que están actuando contra Netanyahu, cuando lo que hacen en realidad es justificarse ante la presión de sus opiniones públicas, sabiendo como saben que se trata de una opción inviable, al menos mientras se oponga Trump.