A pesar del...
El holandés errante y progre
Es muy cierto que el intervencionismo que predican en nuestro país los socialistas de todos los partidos está lejos de ser una exclusividad española.
Cuando la izquierda y la ultraizquierda pregonan medidas intervencionistas, a menudo alegan en que su furor antiliberal no remite a lejanos delirios soviéticos, de los que siempre se apartan como del agua el gato, sino que se limita a reproducir recetarios ampliamente aceptados y puestos en práctica en los países europeos más avanzados. Utilizan a continuación una de sus fórmulas favoritas, añadiendo que esos países «no son sospechosos». Es algo parecido a cuando insisten en expandir la coacción política y legislativa amparándose en medios de comunicación y organismos internacionales, otra vez, «nada sospechosos de ser anticapitalistas y antiliberales», y que van desde el «Financial Times» hasta instituciones como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la OCDE, etc.
En ambos tipos de respuestas late una profunda mentira, pero también una resplandeciente verdad. Es mentira que los medios y las burocracias internacionales apoyen el capitalismo y el liberalismo. No lo hacen. En las últimas décadas se han desplazado hacia un cierto respaldo al liberalismo microeconómico. Con menos frecuencia, en efecto, aplauden los aranceles, el proteccionismo y el control de los precios. Pero, en cambio, suelen aplaudir el intervencionismo macro, reclamando más impuestos y más gasto público –aunque no siempre más déficits ni más deuda. Por lo tanto, sí que son sospechosos de antiliberalismo y anticapitalismo.
Por otro lado, es muy cierto que el intervencionismo que predican en nuestro país los socialistas de todos los partidos está lejos de ser una exclusividad española. Demos paso al holandés errante y progre.
En un reciente artículo en «Law & Liberty», el filósofo y politólogo venezolano, Edgar Beltrán, explicó las tribulaciones que atraviesan los holandeses para conseguir una vivienda, porque en ese bello país faltan 300.000 viviendas, y en 2035 faltarán un millón. ¿Qué ha pasado? Pues el mismo intervencionismo que ambicionan y practican nuestros progresistas: control de los alquileres, impuestos sobre las empresas inmobiliarias, una creciente regulación de la construcción por motivos medioambientales, y el mayor gasto público en vivienda social de toda Europa.
Como es natural, y como una larga experiencia ratifica en todo el mundo, el resultado de todo esto es que en Holanda faltan viviendas y las que hay son muy caras. Pero cuando nuestros izquierdistas aseguran que sus medidas antiliberales replican las de algunos países europeos muy «avanzados» están diciendo la verdad.
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